LA “MúSICA PARA COGER” DE CORAL CASINO, UNA PERLA DE 2015
Una de las mayores revelaciones del pop independiente argentino de este año fue un tándem de electrónica cachonda que integra R&B onírico, soul digital y pop vaporizado. Su propuesta anticipa el sonido que podría copar 2016, a la vanguardia ondera de un enjambre de músicas nuevas que también incluye a Mandiboola, Ignacio del Pórtico, Las Sombras, Neo Pistéa e Ibiza Pareo.
› Por Yumber Vera Rojas
“Música para coger”: así es como la creciente feligresía de Coral Casino define la propuesta del laboratorio electrónico argentino. “Amamos que cojan con nuestras canciones”, asegura con vehemencia Roque Ferrari, integrante de la dupla, en un café del barrio de Belgrano bautizado con el nombre —paradojas de la contingencia— del dios griego de la atracción, el amor, el sexo y la fertilidad. “Tener sexo y bailar es lo más. Olvidate.”
Su compañera de fórmula, Lara Artesi, le pone más leña al fuego al ocaso de un viernes que advierte un fin de semana tórrido: “Siempre nos dicen eso o que se calientan cuando escuchan los temas”. Si bien suma mucho la etiqueta, no fue por eso que el tándem se transformó en uno de los artistas revelación del indie argentino 2015, sino porque supo labrar con brillantez e identidad propia un sonido que hasta el momento no tenía referencia local. “No fue una búsqueda consciente”, confiesa el productor y beatmaker. “Esto es el resultado de la manera en que Internet nos pega en la cabeza.”
El R&B onírico, el soul digital y el pop vaporizado de Coral Casino aparecen en una época en la que la música urbana afroamericana disfruta de una revolución creativa gracias a figuras como Drake, Kaytranada, The Internet, Kelela y The Weeknd, cuyo tema Can’t Feel My Face rankea como uno de los mejores de 2015: no conforme con que suena hasta el hastío en publicidades de marcas de moda, en la última Creamfields porteña los DJs que pasaron por el escenario principal apelaron a su efectividad. Lo mismo que Alright de Kendrick Lamar. “El mainstream está de nuestro lado. Toda la música que nos gusta viene de ahí”, explica Ferrari. “Acá, lo nuevo significa que es originario de afuera y eso no está bien visto. Nos pueden decir: ‘Suenan a The Weeknd’, que lo amamos, o quizá nos minimicen porque cantamos en inglés. No me interesa. Estoy tan confiado y feliz cuando me junto con ella, que me importa un carajo todo. Tratamos de cuidar lo que somos. Aunque esta música se consume mucho, no me quiero quemar ni ser una moda.”
Si bien parecen conocerse de toda la vida, especialmente cuando cada uno describe el temperamento y la magia del otro, los Coral Casino intiman hace poco. “Empezamos en febrero de 2014. Cuando tocábamos nos poníamos diferentes nombres, así que fuimos mutando”, establece la cantante, tecladista y guitarrista. El artista de 27 años va un poco más atrás: “Lo mejor fue cómo nos conocimos, por pura casualidad en la feria de una amiga. Ella me dijo que hacía música. Me la mostró, me pidió que le ayudara y acepté”. Artesi condimenta: “Luego de encontrarme con Roque, flasheé. Siempre me pasó que tocaba con gente y terminaba en algo más indie. Pero con él conecté enseguida porque acá no existe música como la que hacemos”. Y Ferrari especifica: “La primera vez que nos reunimos, compusimos un tema que nos re cabió. Fluimos de una manera tan rápida que, desde entonces, la propuesta fue hacer música juntos”.
Coral Casino es la síntesis literal de la playa y la nieve. Antes de que la música los cruzara, Artesi (24 años) descubrió su vocación en Pinamar, adonde llegó desde Villa Luro. “Empecé haciendo covers de Backstreet Boys, Britney Spears y Chiquititas, cuyas armonías son increíbles”, repasa. “Pese a que ahí comenzó el flash por la música, mi primer grupo lo tuve a los 18 con un ex novio. Se llamó Slow B (NdR: lo lleva tatuado, al igual que Coral Casino) y tocábamos guitarra y batería.” Ferrari fue impactado por el hip hop en su San Martín de los Andes natal. “Es curioso cómo el sur de la Argentina se hizo del hip hop”, considera. “Me acercó un montón a la música, sobre todo a la más vieja. Quise aprender un instrumento pero los únicos profesores que habían eran de folclore, y yo quería tocar rock. Hoy hubiese sido diferente, porque me gusta. Por eso los primeros beats que hice estaban basados en Cafrune o Larralde: sentí moralmente que debía hacerlo”.
Apenas el grupo colgó en la web su debut, el mixtape $lytherin, en marzo pasado, el material saltó de la Internet al boca a boca, lo que devino en la transición de pequeños recitales a la consumación de tres Niceto Club. Es que se trata de un trabajo fresco, elegante, moderno y meticuloso. “Por más que consumí hip hop y música de afuera, nunca hice nada en inglés. Me pareció una locura cuando ella lo propuso”, reconoce Ferrari. “Al principio no me gustó la idea. Pero siempre nos recibieron estupendamente y sabíamos que lo que hacíamos estaba bien porque llegaba al sentimiento.” Lo curioso es que Artesi, autora de las letras, hasta entonces tampoco había hilvanado un repertorio en ese idioma. “Me cuesta encontrar la letra en castellano”, explicita la vocalista. “No sé si el inglés es una forma de esconderme para no ser tan directa. Yo hablo mucho de amor y en castellano es re cursi. Ahora me divierte porque, gracias al reggaetón, encontré una forma más simple de decir lo que me pasa.”
Mientras prepara para esta semana el lanzamiento del EP de remixes del single On Point (mediante el sello local Undertones), ultima para el verano un disco de corta duración que ahondará en su “reggaetón del futuro” y piensa para 2016 en su primer álbum, el dúo desliza en sus shows un par de canciones en castellano. “El mixtape refleja un momento en el que hacíamos un tema por día, porque le ponemos más a la creación que al ensayo”, expone la artista. Pero están despegando de eso, lo que dio pie a seguir cultivando su idiosincrasia. “En algún punto, eso de cantar en inglés y de hablar en los shows en castellano ayudó a la transformación”, admite uno de los mejores beatmakers criollos, quien lleva adelante los proyectos hermanos Roquefeller (del palo hiphopero) y Puelche (mixtura de folk y cumbia digital). “La gente quiere escuchar una frase que le divierta, con la que se identifique, y que repita mañana. Eso no nos desvela. Pasamos la parte en la que nos atormentaba el idioma. La música es música.”
A propósito del vuelo que tomó el laboratorio electrónico, sus integrantes no ocultan su debilidad por la cultura que envuelve a su música. “Somos blancos que intentan ser negros”, asienta Artesi, mientras que Ferrari, para que no haya dudas sobre su blancura, se saca la gorra para certificar que ambos son rubios, y apunta: “Todo lo que consumo tiene cien por ciento groove. Como escucho este tipo de música hace mucho tiempo, no me parece nada nuevo lo que hago, sino un resumen de cosas que me gustan. Nuestra intención es generar un ritmo downtempo o hiphopero y llevarlo a lo etéreo”. La cantante, a quien la música afroamericana le fue inculcada a través de su madre (fan de Erykah Badu y el soul de Filadelfia), agrega: “Cuando nos juntamos, no sabíamos qué hacer. Es loco componer con alguien, y encontrar algo nuevo a partir de eso”. Y el productor remata: “Yo la introduje al sample y ella me trajo a la canción. Estoy enamorado de ella y de su pop. Nos odiamos al principio. Luego, por suerte, la quise”.
En tanto que Artesi se muestra despreocupada con los detalles, el artífice sanmartinense es riguroso con los conceptos. “Ella es mandada e intensa, y yo soy más nerd”, concluye. “Soy muy enfermito con los subgéneros. Con Coral Casino pude canalizar todo lo que no podía negar de esta música de afuera, que me vuela la cabeza”. Por lo que desconcierta al consentir entre las influencias locales de su banda a Illya Kuryaki and the Valderramas. “Nosotros tendríamos que decir que ellos están primero que Frank Ocean. Para mí hay algo que se extravió en el medio, un eslabón perdido”, sugiere. “Muchos raperos odian a Dante porque tuvo la posibilidad de hacer algo que piensan que está mal. Pero él tuvo otra crianza, desde el vamos, con la música. La bandera de los que lo confrontan es que lo que hicieron lo sacaron de la nada. Sin embargo, él acercó un montón de oídos al hip hop, al que recién le están dando bola ahora. Si bien está buenísimo el hip hop conciencia, en Estados Unidos están cincuenta años más adelante.”
Antes de alistarse para el DJ set que ofrecerá en un rato, el dúo acepta que, por ahora, se siente un bicho raro en la escena. “Nos invitaban a tocar con gente que no tiene nada que ver con nosotros, y eso no está bueno para el público”, señala Artesi. “Lo cierto es que estamos abriendo una puerta.” Y es que lo mejor de Coral Casino, cuyo mixtape será reeditado en formato físico por el sello estadounidense Manimal Vinyl, es que irrumpió cuando nadie lo esperaba. “Salimos de la nada misma. Ella no conoce a nadie y yo tampoco. Hace ocho años que estoy acá, pero recién me empezaron a dar bola el año pasado, y sobre todo éste”, precisa Ferrari, quien se dedica a la grabación y post producción de audio, al tiempo que su compañera estudia sonido. “Por eso estamos orgullosos de lo que conseguimos. Hacemos lo que nos gusta, y si a Coral Casino lo vienen a buscar es por el grupo. La palabra clave de lo que hacemos es la sinceridad. Estamos re felices. Cerramos el año de una manera que no te puedo ni explicar”.
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