Jue 21.08.2003
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PAUL GILLMAN, EL ROCKERO PARTIDARIO DE CHAVEZ

Mi amigo el presidente

El líder de una banda venezolana de heavy metal llegó a Buenos Aires como parte de la comitiva oficial que acompañó al histriónico presidente Hugo Chávez. Detalles de esta particular relación (imaginemos al señor K con... ¿con quién?, se aceptan sugerencias), a continuación.

POR MIGUEL MORA

La historia parece demasiado atípica para ser vendida. Un músico de heavy metal conoce casi de casualidad al presidente de su país, se descubren con iguales ideas (sociales, políticas, económicas) y... el presidente incluye al rocker en su comitiva oficial. Aunque suene descabellada, la historia es real y acaba de suceder. Durante su visita al país, el verborrágico y polémico Hugo Chávez, presidente de Venezuela, trajo dentro de su comitiva a Paul Gillman, un cantante de heavy metal de larguísima trayectoria en su país junto a su banda –explícitamente bautizada como– Los Bolivarianos. ¿Y en carácter de qué? Durante los cinco días que estuvo en Buenos Aires, Gillman se encontró con músicos locales, dio un show gratuito en Cemento (“así lo quiere el Presidente”, resaltó) junto a Tren Loco y Renacer, y actuó como un convencido vocero del particular y complicado momento que vive Venezuela desde que Chávez está en el poder.
Gillman es un músico de rock con anillos colgantes y pelo largo, pero no aparenta los 43 años que cumplió en marzo. Se destaca el brazalete con los colores de Venezuela que lleva en su brazo izquierdo. Con las manos juntas como en un rezo, recuerda la primera vez que le prestó atención al actual presidente: “El 4 de febrero de 1992, la insurrección capitaneada por el teniente coronel Hugo Chávez nos sedujo a todos los jóvenes. Que alguien quisiera romper con el orden establecido de represión y corrupción hizo que para mí se convirtiera en un héroe”. A pesar de la vehemencia de su relato, Gillman nunca levanta el tono de su voz, y las únicas muestras de efusividad se hacen eco cuando su anillo golpea contra la mesa de mármol del bar de un hotel de Recoleta.
La pregunta obligada. ¿Cómo es que existe este idilio entre un músico de heavy metal y el presidente de su país, primero militar golpista y luego elegido por el voto popular? “Un día, alguien se me acerca y me dice que debería conocer a Chávez, a lo que en ese primer momento me negué, ya que todos los políticos me habían defraudado. Pero él era más que un político, y quería verlo a los ojos”, cuenta. “En el año ‘96 o ‘97, se dio una oportunidad en el Colegio de Abogados, durante una charla que iba a dar Chávez. Fui medio camuflado, con barba, como para no ser muy reconocido porque yo quería escuchar. Y el discurso fue contundente, convencedor, decía las cosas que yo cantaba desde mis comienzos en temas como ‘Desempleado’, ‘Ladrolítico’ o ‘Levántate y pelea’. Ahí me convencí de que lo tenía que conocer. Armé una carpeta con recortes sobre mi persona, reportajes, etc., y se la acerqué al término de una charla. Al día siguiente me llamó y me dijo: ‘Mira, yo no entiendo nada de rock, pero las letras de tus canciones dicen exactamente lo que yo hice y si las escribiste hace diez años, nos tenemos que encontrar’. Y a la semana siguiente lo visité en su casa y hablamos durante cuatro horas. El me resumió la situación diciendo que estábamos en caminos diferentes, él político-militar, yo músico, pero con el mismo ideal y que íbamos a coincidir. Yo en ese momento le propuse que si él ganaba las elecciones, ya que estaba en campaña, debería lanzar una ley aboliendo la recluta, porque en Venezuela, tal día a tal hora empezaba la recluta y los muchachos salían de un cine o de un recital, los esperaban y les pegaban, les cortaban el pelo, humillándolos de varias formas. Me prometió hacerlo y lo cumplió.
–¿Es la primera vez
que sos invitado
a un viaje así?
–Sí, es la primera. Ya hemos acompañado al presidente en Venezuela en varias de las marchas, concentraciones de dos o tres millones de personas, ahí tocamos las canciones. Chávez suele viajar con artistas folklóricos, de músicas étnicas, de investigación. Con la Argentina se hizo una excepción porque él sabe que la tradición rockera de acá es una de las más importantes del rock en español que existe y me dio la oportunidad. Yo no se lo pedí ni le fui a tocar la puerta.
–Más allá de tus
coincidencias con
Chávez, ¿ésta es una manera de publicitar
tu música?
–Yo tengo mi banda hace tanto tiempo, que he hablado por mí mismo a través de las canciones. Ahora simplemente me dan la oportunidad de traer este mensaje para la Argentina. De hecho no se ha cobrado entrada para el concierto de Cemento, se ha regalado. El gobierno venezolano quiso regalarle un concierto integracional a la Argentina.
–Ante la polarización
que se vive en Venezuela, ¿sufriste algún tipo
de agresiones?
–Una vez, alguien me dijo que me iban a buscar y ponerme drogas en el auto. Entonces lo llamé a Chavez y le expliqué la situación. El me respondió: “Bolívar ya lo dijo. Echa el miedo a la espalda. Si no echas el miedo a la espalda, no puedes seguir en esto”. Reconozco que también tambaleé en algún momento por la seguridad de mi familia.
–¿Algún hecho concreto?
–Nos han maltratado en algunos lugares, nos robaron el auto a punta de pistola. No sé si fue el hampa común, o casualidad. Vivimos en el estado de Valencia, a unos 200 km de Caracas, cuyo gobernador, Salas Romer, fue uno de los principales financiadores del golpe de Estado del año pasado.
Con más de veinte años de carrera, Paul Gillman ha recorrido un largo camino dentro de la historia del rock venezolano. El primer disco lo grabó junto al grupo Arkangel en el año 1981; armó una cruzada de grupos locales bajo el nombre de “Rock Nacional” y, para identificarlos, diseñó una bandera (de color rojo, obvio), con un círculo blanco en el medio que encierra las letras R y N; participó como conductor en programas de televisión y conduce un programa de radio donde dice darle mucho apoyo a los grupos locales, incluso hasta aquellos que no están del todo de acuerdo con sus ideas. Su primer interés por el rock surgió como televidente de la serie que protagonizaban Los Monkees. “Yo sacaba buenas notas en el colegio y entonces mi mamá me compraba los discos que yo quería. Para mí era todo The Monkees, yo ni sabía que existían los Beatles, y le pedía a mi mamá los discos de Monkees. Un día se confundió, porque para ella eran todos peludos iguales, y me compró uno de Cream. ¡Esa distorsión fue demasiado!”, recuerda. Como adolescente, era un fiel lector de la ya desaparecida revista Pelo y recuerda a Sui Generis, Riff y V8 como ejemplos de grupos argentinos que él escuchaba y le parecían muy buenos. Ya a la cabeza de su banda solista, fue telonero de los shows de Metallica y Iron Maiden en Venezuela, pero la mayor sorpresa se la dio el guitarrista de Aerosmith, cuando hace bastantes años se presentó en Caracas. “Joe Perry había venido a tocar a Venezuela y con mi banda fuimos el grupo soporte. Cuando terminó el show, me mandó a llamar a su camarín y me propuso irme con él a Boston para participar en su proyecto. No le creí demasiado, además yo acababa de formar el movimiento de ‘Rock Nacional’ y preferí quedarme. Muchos me dijeron que estaba loco, que se me podía abrir un futuro enorme, pero no me arrepiento de aquella decisión.”
Más entusiasmado en dar a conocer sus opiniones políticas que en hablar de su condición de músico, Gillman trata de convencer y lo hace en primera persona del plural. “Ya tenemos un presidente más, el de Paraguay, dentro de poco vamos a ganar en Uruguay también. En Bolivia todo el mundo sabe que fue un fraude. Aquí ya hay un presidente con ideas progresistas de izquierda, está Lula. Yo me siento orgulloso de ser parte de algo realmente revolucionario. Nunca un presidente en ningún país del mundo ha llevado una banda de rock de su país para llevar la cultura y el pensamiento de su gobierno. Esto es nuevo.” Vaya si lo es.

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