Jueves, 7 de enero de 2016 | Hoy
VERANO CALIENTE #3
El otro pueblo: pobre, precarizado y perseguido.
Por Juan Ignacio Provéndola
No conocemos Bariloche. Conocemos, a lo sumo, el Bajo Bariloche: el lago Nahuel Huapi, la coqueta Avenida Bustillo, el Centro Cívico, el Otto y el Catedral, los San Bernardo y las fábricas de chocolates. La postal que nos venden desde hace 80 años se desvanece pasando la cadena de cerros turísticos. Detrás de ese telón, Suiza se convierte en Burundi. A esa zona la llaman “el Alto”. La geografía nunca fue tan irónica: mientras Bariloche más trepa hacia el cielo, más se hunde en el infierno.
En la ciudad turística más importante de la Patagonia las estadísticas oficiales dicen cuántas toneladas de nieve se acumulan en las montañas pero no cuántos viven debajo de la línea de pobreza. El Centro de Estudios Regionales fue el último: en 2008 aseguró que el 32 por ciento de la población integraba este grupo. Uno de cada tres habitantes. Casi todos viven en el Alto, donde la canasta básica vale tres veces más que en Buenos Aires y se aloja gran parte de la mano obrera golondrina que sirve y atiende a turistas de todo el mundo.
Las tierras del Alto comenzaron a ocuparse hace unos 20 años. Con el tiempo, los asentamientos se convirtieron en barrios, hasta componer un uniforme conglomerado en la periferia de la ciudad sin ningún atisbo de urbanización. En invierno las casas se congelan por la falta de gas natural. Y en verano las calles heden las aguas servidas por la falta absoluta de cloacas. Gran parte es surcada por la ruta 258, que luego se convierte en la célebre ruta 40 que une Bariloche y El Bolsón.
Años atrás, este diario anticipó el miedo que había en el coqueto Bajo de que los del Alto descendieran de los cerros a reclamar mejores condiciones de vida. Algo de eso sucedió en 2010, aunque con una sensible modificación: pedían tan solo que no los mataran. La policía del Alto había amasijado a Diego Bonefoi, de 15 años, en un aparente intento de fuga. La dura represión a la multitudinaria protesta dejó dos muertos más: Nicolás Carrasco (16) y Sergio Cárdenas (29). Y al padre de Diego le reventaron un ojo de un balazo.
Una numerosa movilización marchó desde la comisaría 28, en el barrio Boris Furman, hasta el Centro Cívico. Había muchos extranjeros, sobre todo brasileños, cuya creciente cantidad hace que en vacaciones de invierno se hable de la ciudad como “Brasiloche”. Habrán creído que eran estudiantes en pleno viaje de egresados. Esa tarde invernal se vendieron muchos chocolates y se alquilaron innumerables trajes de nieve. Y nadie supo demasiado más: al día siguiente, los diarios hablaron de un hecho que conmovió a toda la sociedad. El gol de Martín Palermo a Grecia en Sudáfrica 2010.
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