Jueves, 14 de enero de 2016 | Hoy
DAVID BOWIE Y LA TRISTEZA DE BERLIN
La ciudad en la que celebró sus 30 años, tuvo su amor transexual, superó su peor crisis creativa y personal y se convirtió en héroe recordó al músico.
Por Yumber Vera Rojas
Apenas se confirmó la noticia del fallecimiento de David Bowie, la capital alemana, donde el artista británico se estableció para llevar adelante la denominada Trilogía de Berlín, entró en shock. Incluso se transformó en un asunto de Estado. El Ministerio de Relaciones Exteriores del país europeo afirmó por intermedio de su cuenta oficial en Twitter que el Duque Blanco “ahora está entre los héroes” y aprovechó para agradecerle “por haber ayudado a derribar el Muro”. Si bien el viernes la ciudad había estado de fiesta por el cumpleaños 69 de Bowie –que coincidió con la salida de Blackstar, su nuevo álbum, de manufactura jazzística e inspirado en el sonido de Kendrick Lamar–, lo que se evidenciaba no sólo en las disquerías y en la tapa de los diarios locales sino en el ánimo de la gente en la calle, Berlín estuvo sumida el lunes en una profunda tristeza.
Así como sucedió en otras metrópolis del mundo, los homenajes al ícono de la cultura pop no se hicieron esperar en un Berlín que despertó frío, lluvioso y gris. A través del subte (que le rindió tributo mediante el servicio de información de sus andenes), en bicicleta o caminando, sus fans berlineses, al igual que los extranjeros que estaban en la ciudad, peregrinaron desde la mañana hacia la entrada del edificio en el que el músico vivió entre 1976 y 1979. Bowie aterrizó en el 155 de la calle Hauptstrasse, de Schöneberg, el barrio gay de la capital alemana, tres meses después de haber realizado su primer recital en Berlín Occidental. Regresó atraído por el aspecto sombrío de una urbe que aún padecía las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, al igual que por el trabajo del ingeniero Konrad Plank y por su flamante obsesión musical: Kraftwerk.
Pero el camaleónico artista no vino solo. En su aventura germana le cedió protagonismo a Brian Eno, Tony Visconti (ambos de forma itinerante) e Iggy Pop, su compinche en esa época. Además de que ambos eran vecinos en el mítico edificio del suroeste de Berlín, y pactaron dejar las drogas en Alemania (lo que cumplieron a medias), Bowie le produjo al líder de los Stooges dos discos, entre los que destaca su debut en solitario: The Idiot (1977). Aunque lo hizo tras lanzar a principios de ese año su obra maestra, Low, que no fue grabada acá, sino mezclada. A la que le secundó Heroes: el único de los trabajos de la terna discográfica que completó Lodger (1979) realizado enteramente en la capital alemana. Por lo que es la producción que mejor retrata, no sólo en las letras cargadas de alusiones a la ciudad y a la ansiedad de su gente por un futuro incierto, sino en la música, el espíritu berlinés de entonces.
A pesar de que flores, imágenes con el rayo de Aladdin Sane y mensajes reposaban en las puertas de Hansa Studios (al que el artista convirtió en su búnker creativo, ubicado a metros de la sección del Muro en Postdamer Platz), el epicentro de la conmemoración estuvo en Hauptstrasse 155. Al final de la tarde, lo que comenzó con algunos ramos y una radio pequeña ya era un altar y lo que surgió a manera de impulso se convirtió en una vigilia que tomó la calle. Mientras los bares de la cuadra, incluyendo el Neues Ufer (testigo de las escapadas de Bowie con Iggy Pop), abrieron sus puertas para que sonaran Space Oddity, Changes o Starman, de todos los rincones de Berlín se acercaron para despedir a ese extraterrestre que cayó en la ciudad en la que celebró sus 30 años, tuvo su amor transexual, superó su peor crisis creativa y personal, en la que siempre dijo que fue feliz, y donde pudo ser un héroe.
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