TENEDOR LIBRE, CORAZóN CONTENTO
Tres alegres treintañeros (o casi) enseñan casi 100 recetas sencillas para el pendejo soltero que todos llevamos dentro.
› Por Luis Paz
Antes de Instructables, Taringa!, los hackatones, los fanzines, YouTube, la Internacional Maker, los tutoriales y el fetiche posmo por el how to, la cocina lo empezó todo. La gastronomía es la experiencia primitiva más fina del conocimiento colectivo, horizontal como ningún código mesopotámico. Es un fetiche, un gigantesco negocio y una carrera diplomada, pero más cierto es que es una necesidad, un conocimiento práctico y de uso inmediato. Aún así, cientos de miles de pibes terminan la escuela todos los años, con el honor algunos de conocer sobre integrales y derivadas, con el gusto otros por la fauna de la estepa, todos sin saber cómo se descaba una acelga, se marina un cacho de pollo o se consigue una empanada de carne con juguito.
Lucas, Rodrigo y Juan hacen Tenedor libre para rectificar un poco todo eso, con aquel espíritu prehistórico de pasar el dato, y el fulgor de las redes sociales y la mensajería. “Una vez Juan tenía que agasajar a su novia por un aniversario y no sabía qué cocinarle. En cinco mensajes de Whatsapp le pasé una receta compleja en vista, pero fácil de hacer”, reseña Lucas. “Al tiempo pasó algo parecido con Rodrigo. Y empezó a ser habitual, hasta que pensamos en mostrárselo a la gente, nada más que para que sepa qué come.”
En Cocinando papas para ensaladas, Lucas empezaba: “Todos decimos que hacer la papa hervida es algo muy fácil. Pero la verdad es que siempre la podemos cagar”. Así arrancaron en su primer video, subido el 20 enero de 2015. Ayer hizo un año de eso, tienen 3000 suscriptores y algunos videos, como el del chipa casero, con más de 13 mil reproducciones y bocha de comentarios. Ahí figuran Rodrigo (gorrita YMCMB, videos de CR7 y Kaká) agradeciéndoles su ayuda, Mili (pelo largo y copa) pidiéndoles data del pollo con mostaza y miel, o Natalia, la catadora de Manaos. Hoy subirán el video 100, cada uno de ellos con sus propios gastrolinks, un ping pong de preguntas y repollos.
Estos treintañeros (o casi) están enjambrando el recetario popular con el moderno sin pretensiones, con variedad (hay entradas, platos, postres) y humildad: “Si tenés un horno que cocina muy bien, te tarda 20 minutos. En mi horno seguramente sean 25”, se le cae a Lucas en un video. ¿Otros hits? Niños envueltos, vitel toné, falafel, rabas. Todo en cuatro, cinco o seis minutos, con utensilios básicos y en remeras de Black Flag o Beastie Boys.
Lucas fue ayudante de cocina, pero la raíz está en su familia: “La factoría tana era 24 horas, cuando en casa no había mucha guita mis viejos cocinaban para afuera o la gente venía a comer a casa”. Ahora, mantiene la tradición en Quintodoce, una cantina casera que abre las noches de martes y jueves, sólo para ocho personas, cerca del Parque Centenario (quintodoce.com.ar).
“Youtube está lleno de gente enseñándole a otra cómo hacer cosas”, retoma Rodrigo. “Cambiar una lamparita, una postura de yoga o unas papas hervidas que no se desarmen, y ahí estamos nosotros. No nos interesa que nos miren cocinar sino que cocinen con nosotros, desde un flan casero hasta unos portobelos rellenos. Sólo hace falta perderle el miedo a cocinar”, dice.
Hay un altruismo generacional también. Dice Juan que “la idea es mandar a la gente a hacer, que escape del delivery o de hacerse cualquier cosa”, dos costumbres ancestrales del pendejus solterus. “Que todo sea realizable: si ganamos tu confianza, vos ganás confianza para cocinar”, repite su mantra Lucas. Rodrigo registra la levadura efervescer, alguien va del click al magiclick y así ganamos todos, porque el Tenedor libre es para todos. “Que todos puedan hacer una morcilla casera con manzana y jengibre”, desea Juan.
Entre los tres encarnan un Gran Hermano virtuoso. Si pedirles a los padres de los sub 30 una receta con palta o cilantro era una excentricidad, estos son los hermanos paseados (y morfados) que miran por la pantalla, pero para guiar y aconsejar y ver que no hagas cagada. En una gastronomía donde todos buscan maximizar su rédito –el productor, el revendedor, el mercadista, el dueño del bar, el verdulero y el carnicero, y hasta el del vivero, mirá–, estos querubines del tenedor avivan de que el solomillo es como un peceto y vale la mitad, dan consejos de salubridad y te autotunean los aderezos. Hay recetas sin TACC y veganas, preparaciones internacionales y la cocina más básica con los elementos más rudimentarios. “Sociológicamente dice mucho que para la arquitectura argentina la cocina no exista: los monoambientes tienen un anafe de dos hornallas donde no entran dos cacerolas juntas”, se marina Lucas. “Eso también hace que se vaya perdiendo ese conocimiento.”
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