VERANO CALIENTE #9
Matices del mito del pueblo cordobés tomado por perros aliens.
› Por Juan Ignacio Provéndola
Además del fernet y el cuarteto, Córdoba arrastra desde hace tiempo otro elemento que lo define ante la mirada de forasteros: el avistamiento de ovnis. La mitología acumulada alrededor del Uritorco enfatiza este aspecto, acumulando testimonios de quienes aseguran haber observado en su cima el sobrevuelo de platillos voladores. Y los locales, lejos de ofenderse, afianzan ese perfil y lo estimulan con actividades como el Festival Alienígena, que desde hace cuatro febreros se realiza en Capilla del Monte. El pueblo más cercano al célebre cerro tiene también un centro de investigaciones donde se celebran congresos internacionales de ufología. Ovnis para todos.
La influencia intergaláctica se desparrama por el resto del Valle de Punilla, y San Marcos Sierras también pide pista. Además de congregar hippies viejos, templos tántricos y terapias de yoga entre las sierras, la pequeña localidad se apunta con sus leyendas extraterrestres, que comenzaron a proliferar justo cuando aparecieron las jaurías de perros callejeros que hoy dominan la postal del pueblo. Y como una historia lleva a la otra, no son pocos los que creen que estos canes, recelosos de la vida doméstica, fueron criados por ETs que luego los libraron a su suerte.
Otros, en cambio, señalan con énfasis que los perros son en verdad sujetos de otro planeta, aunque es tal la cantidad de animales vagabundos que resulta imposible identificarlos. Puede ser el perro que mueve la cola amigablemente, el que pelea por el amor de una perra en celo, el que duerme debajo de un árbol o el que abre sin éxito una bolsa de basura ajena. Acaso todos, o tal vez sólo se trate de una confusión.
Los más audaces prefieren creer que los extraterrestres son en realidad esos extraños individuos que actúan como los amos de esos perros. Aquellos que se hacen llamar humanos, pero que expresan conductas inentendibles a los ojos de los verdaderos humanos. Estos últimos, en su defensa, arguyen que esas teorías son inventadas por gente que necesita crearse paranoias para sentir que su existencia merece ser amenazada por alguien.
En silencio, los más racionalistas se apartan de las mesas en las que se discuten estas cosas. Las suspicacias y los mitos infundados los aburren. Prefieren sentarse solos, cerca de las ventanas, para mirar hacia afuera. Es que creen que los extraterrestres aparecerán cuando no los estén mirando. Y que, entonces, conviene estar siempre atentos.
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