Jueves, 28 de abril de 2016 | Hoy
BARRY BURNS DE MOGWAI, PRENDIDO FUEGO
El violero, teclista y cantante de la banda escocesa repasa dos décadas de carrera mientras apuntala su banda paralela.
Por Julio Nusdeo
El escocés Barry Burns atiende al NO desde Berlín, luego de unas fechas con su banda SUMS, que lleva en paralelo a su historia de casi 20 años con Mogwai. “Es algo bastante reciente que hago con Kangding Ray, un músico electrónico francés. Somos nosotros dos y en vivo sumamos un baterista. Suena bastante pesado, música electrónica pesada. No tenemos nada grabado pero vamos a sacar un álbum este año”, promete. Y explica que en dos semanas volverá a Glasgow para ensayar con sus compañeros para los shows de promoción de Atomic, el nuevo álbum de uno de los combos más emblemáticos del post-rock.
Desde noviembre pasado, con la salida del guitarrista John Cummings, Mogwai decidió mantenerse apoyado en sus cuatro miembros. “El cambio siempre es positivo”, dice Barry. “Y creo que John quería probar un cambio también. La grabación de este álbum la hicimos sin él y fue muy bien.” Atomic es la banda de sonido de Atomic, Living in Dread and Promise, documental de corte experimental producido por la BBC que aborda la aterradora destrucción de la bomba lanzada sobre Hiroshima y su legado.
“Nos subimos al proyecto y más tarde nos enteramos de que Mark Cousins estaría a cargo. Es muy bueno, hizo unas pelis increíbles, el documental de quince horas The Story of Film: An Odyssey. Es un tipo inteligente, y creo que salió algo muy bueno”, considera el guitarrista, tecladista y vocalista del grupo, que no trabajó sobre imágenes sino sólo con las direcciones de Mark, la historia y la experiencia de generar piezas ambientales movilizadoras: “Sabíamos que era un tema que no iba a ser muy feliz, así que avanzamos con acordes menores. Lo de siempre”, bromea.
¿Con el tiempo cambió el acercamiento en el armado de canciones?
-Está en constante movimiento, porque en general tenemos canciones sin terminar o demos o algunas que parece que no encajarán hasta un próximo álbum de Mogwai. Cada uno graba sus demos, que nos pasamos por internet, y luego vemos qué nos gusta. Así que tenemos esos Frankensteins. Y se vuelve rápidamente obvio cuando encontramos un terreno ya pisado, como es obvio qué es lo que suena nuevo para nosotros, y continuamos por ahí. Nos aburrimos rápido de nuestra música, jajá.
El único miembro de Mogwai con estudios formales en teoría musical apunta que siempre hubo buenas bandas en Glasgow: “Hay muchos lugares chicos para tocar y muchos promotores que gustan de música inusual”. Su voz patina en ruidos que sugieren un repaso mental por recuerdos de cuando eran jóvenes, en los ‘90, con bandas instrumentales del otro lado del océano que fueron claras influencias, como Slint, Rodan, The God Machine, pero también los irlandeses My Bloody Valentine. “Mi banda favorita era The Yummy Fur, que están por tener un show reunión dentro de poco. Eran algo punky pero muy extraño. Con Stuart Braithwaite íbamos todo el tiempo a verlos.”
Su sonido cósmico, cargado de capas que moldean el ambiente, distorsionado por momentos y calmo y sutil al instante, definió el sonido de finales de los ‘90 y el comienzo del nuevo siglo, con gemas como su debut, Young Team (1997) o el intrincado Happy Songs for Happy People (2003). Barry liga el asunto a los pedales baratos. Muchas bandas de las que escuchaban usaban bocha de distorsión, delays y reverb. “De cualquier manera, éramos muy malos. Así que teníamos que apoyarnos en la distorsión para cubrir los errores, jajá.”
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