PIZARNIKETAS POLíGRAFAS
Una obra polígrafa y otras esdrújulas: elíptica, lúdica, cómica y poética.
› Por Brian Majlin
Ante la posibilidad mundana de sucumbir a las cosas que la sociedad impone como relevantes, Pizarniketas polígrafas: “Hay que irse a la bosta” arranca con una propuesta contracultural: irse al margen, al costado de lo que no sirve, al rincón de lo esencial. Pero esa experiencia lúdica –con todo lo grandilocuente que puede ser una ida al teatro para entrar como uno y salir transformado– es una invitación formal a retomar lo verdaderamente importante.
Lo primero es la duda, la incomodidad que dura lo que la adaptación a la nueva lógica. Pero pronto sobrevienen la risa y la sensación reveladora de que hay algo escondido, algo maravilloso, en ese universo de fantasías –oscuras e iridiscentes por igual– al que invita Ana Granato, escritora y actriz que interviene el espacio con sus juguetes: pequeñas piezas y mecanismos reciclados y recuperados de su inutilidad made in China o USA. Los recoge (a Minnie, a Batman, a Hello Kitty y a otros sin nombre y menos dotados) en un homenaje a Alejandra Pizarnik, para decir lo propio.
–Veníamos trabajando hace dos años con Gastón Santos, el director, y vimos que se armaba de ese modo. Tomar la poesía como soporte ya nos ponía en un lugar de potenciar los géneros menores. Cito mal: “Una mirada desde una alcantarilla puede ser una visión del mundo”.
–Fue el comienzo, la idea de construir un lenguaje propio, pero después le vemos el sentido para el manifiesto y se arma ese mundito de color que hacemos. Algo artesanal en tiempos de alienación y trabajos que no tienen relación con su producto, con las propias manos y cuerpos. Lo que pone en otro lugar a la poesía es la actuación.
Hay un esfuerzo notable –aunque más bien natural y fluido– en Pizarniketas polígrafas por descorrer el velo que cubre a la sociedad en múltiples aristas y esconde sus mecanismos: la producción material, discursiva y la construcción de identidades, entre otros elementos. Va de lo particular, de la visión personal y mínima, de “la recuperación de lo esencial de las pequeñas cosas”, a lo general. A lo universal. Un ejemplo: hay un poema con visión de género en el que Granato dialoga con Batman para exponer y exorcizar al patriarcado. “Mucha gente sale y me dice que se va con ganas de salir y hacer”, comparte. “Es algo que quise hacer, me llevó mucho tiempo, no me importó. La norma es hacer todo veloz, ensayar, armar y estrenar. Esto fue a contratiempo.”
Fue una de las siete obras seleccionadas para la Bienal porteña de 2015 y contó con el apoyo crítico y evolutivo de figuras como Alejandro Catalán y Mauricio Kartún. Granato rescata la valoración del under en esos espacios y asegura: “Yo me defiendo de la vida con el teatro”.
Con ribetes de clown, de ensayo, de manifiesto, Pizarniketas polígrafas bordea la denuncia –elíptica por momentos, cruda por otros– con una acidez humorística que recae siempre en la capacidad de la única actriz (y autora), que cuenta con una década de entrega escénica y humorística en Babel Orkesta. Y es, además, una forma de llegar mejor: “Es fundamental para poder decir cosas tabú o densas. El humor permite llegar, acceder”.
* Viernes en Pan y Teatro, Boedo 876. A las 20.30.
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