EL BUDA TOM Y SUS CIRCUNSTANCIAS
El ilustrador y fanzinero enhebra mil lanas: vive en la calle, intentó participar de Gran Hermano, pintó por Much Music, MTV y radios online, y quiere su tira diaria.
Cuando el periodista Daniel Malnatti le preguntó sobre su situación, el dibujante sonrió, evadió y prefirió enseñarle su trabajo. En la nota televisiva sobre nuevos habitantes de la calle, El Buda Tom, un joven ilustrador y fanzinero, mostró que su verdad es más grande que su circunstancia. “No me desanima la calle”, le dice al NO mientras muestra los bocetos de Tadeo, el mochilero, su más reciente obra, que por ahora se materializa en fotocopias. “Tadeo es más grande que yo.”
La mala fortuna tocó la vida de El Buda Tom, alias de Gastón Giraldez, hace unos años, cuando se quedó sin casa. Una serie de infortunios familiares lo llevaron al rebusque. “La vida en la calle es como en El día de la marmota: todo el tiempo es lo mismo”, reflexiona. Sin embargo, no se desanima. Y nunca probó las drogas ni el alcohol: “No tengo la tentación de evadir, me escapo con la fantasía”.
Por las noches, mientras atiende un puesto de garrapiñadas y cubanitos con dulce de leche en la puerta del C.C. San Martín, se da tiempo para dibujar. Con su historieta, El Buda revela algunos secretos de la sociedad: el amor, la miseria humana, la piedad, la misericordia de los extraños, el cinismo. “Conservo la fantasía del niño pero soy un adulto el resto del día”, sintetiza. Tadeo es una suerte de Gary, de Bob Esponja, con los ojos de la Rana René y una tónica cercana a Un show más y Los Simpson. “Ideológicamente, quiero ser Quino”, confiesa. De hecho, la fábula que más le quita el sueño es la de publicar una tira diaria. “Mozart tuvo su revelación a los 16 años, yo la tuve a los 30 y pico”, bromea.
Gastón se desmaterializa e insiste con la idea de que nuestra casa no es nuestra casa, sino que nuestra casa es nuestro propio cuerpo. “Compro libros, los leo y los devuelvo porque no los puedo llevar encima”, narra. Uno de sus chistes más demoledores lo tiene a su personaje sentado en el suelo, diciendo: “Sueño con el día que pueda terminar con esto”. Acto seguido, cierra los ojos y se duerme. El Buda Tom maneja un nivel de sinceridad intenso y no le tiembla el pulso para conmover.
Un poco como Daniel Johnston y su insistencia por aparecer en MTV, El Buda se inventó la forma de asomar en discusiones. “Siento que viví unas cuatro vidas”, arremete. Quiso estar en el primer Gran Hermano, participó de algún piso del viejo Much Music, hizo un muñeco de plastilina epoxica de Antonio Laje para que muestre su laburo en América 24 y hasta participó de un casting para ser VJ de MTV. También charló con Julian Casablancas y fue a buscar a Damon Albarn a Ezeiza, y el líder de Blur se encariñó tanto con él que le regaló tickets para sus shows. Además, es la mascota preferida de algunos programas de la radio online argentina. “Siempre quiero hablar de mi trabajo”, ubica enseguida.
Cuando Gastón tiene plata, la zafa alquilando un cuartito en un hostel de Congreso. Cuando no, se la aguanta. Lo que siempre hace es darse una vuelta por un cibercafé de Rodríguez Peña y Bartolomé Mitre para digitalizar sus dibujos, colgarlos en su Facebook y soñar con el día en que finalmente pueda imponerse como un artista de fuste.
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