DEAFHEAVEN, EMBLEMA BLACKGAZE Y FAVORITA DEL HIPSTERISMO METALERO
El guitarrista Kerry McCoy, que fundó esta banda en San Francisco junto al cantante George Clarke, explica cómo armaron Sunbather: “Tomaba un riff onda Kirk Hammett, le agregaba algo de Johnny Marr y lo definía con el procesamiento de efectos de Kevin Shields”. New Bermuda solidifica el plantel del quinteto y filtra la tensión social y política estadounidense, y su gusto por la psicodelia y las canciones inteligentes.
Incluso en esta época marcada por la grieta y el brexit, nadie se atrevería a refutar que el fan de las tendencias extremas es el más tierno y fiel de todos los palos del rock. Por eso el Primavera Sound, ese Edén del indie que hace unas semanas se mandó una edición memorable con Radiohead, Brian Wilson y LCD Soundsystem, en 2012 le abrió las puertas al género al programar a Napalm Death, pionero del grindcore, y a Mayhem, capo del black metal nórdico. Y la apuesta salió tan bien que en las siguientes versiones del festival español las tachas, los rostros maquillados y el headbanging se convirtieron en parte del folclore. Pero esa decisión estética y hasta caprichosa, como si se tratara de una operación cultural, tuvo una reacción en cadena, pues otros eventos se aferraron al modelo e incluso Pitchfork, la vitrina por excelencia del pop independiente, a partir de 2014 agregó un apartado para el metal en sus balances sobre los discos del año.
La gota que rebalsó el vaso cayó en 2013, cuando los hasta entonces ignotos Deafheaven firmaron uno de los mejores álbumes de esa temporada, Sunbather, un bacanal de sonidos y texturas en el que la guturalidad y la oscuridad del black metal se arropaba con la elegancia onírica del shoegazing y esa intensidad espacial postrockera característica de un grupo del temperamento de Godspeed You! Black Emperor. Esto no sólo reveló al mundo la existencia de una flamante escena, el blackgaze, sino que introdujo formalmente a las tendencias extremas en la banda de sonido del hipsterismo.
Un año más tarde, el NO estuvo en el desembarco de la agrupación estadounidense en el Primavera Sound, donde se consagró como una de las sensaciones: el quinteto parecía salido de los probadores de Zara, H&M o Bolivia, lo que evidenciaba su rebeldía contra los estereotipos del black metal, sobre todo del nórdico, donde el corpse paint es frecuente.
Mientras sus compañeros dejaban fluir esa fuente infinita de capas sonoras, el cantante George Clarke, ataviado de negro y sin perder ni pizca de glamour, tomaba el pie del micrófono y, tras golpear su base contra el suelo, iba de un lado al otro del escenario arengado al público con sus guantes de cuero, como un káiser. Le dio al público un trip único. Y cada show de Deafheaven es una experiencia sensorial y mística –o al menos se ganó esa fama–, lo que se comprobará en su inminente debut en Buenos Aires, el 9/7.
Vendrán con nuevo disco, New Bermuda, lanzado en octubre y con el que elevaron su estatus de “promesa” al de “pilar” musical de esta época. “Estamos contentos de poder ir para allá, lo esperamos desde hace tiempo”, asegura por teléfono Kerry McCoy, guitarrista y fundador. “Sabemos que el público argentino se involucra mucho en los shows, así que nuestras expectativas son altas.”
Tras dividir las aguas del black metal con Sunbather, al punto de que los fans del género directamente los adoran o los odian, Deafheaven volvió con un trabajo más abrumador, en el que su propuesta terminó de cuajar. “Si bien el proceso de producción fue bueno, lo padecimos un poco”, asoma McCoy. “Debido a que somos una banda que gira mucho, y como nos propusimos sacarlo en octubre, paramos dos meses para llevarlo a cabo. Y eso fue bastante estresante porque la composición estuvo marcada por días de diez y doce horas en la sala de ensayo. Y después lo mismo durante la grabación. Pero quedamos bastante satisfechos, es un buen disco. La enseñanza que nos dejó es que tenemos la capacidad de trabajar bajo presión, y que debemos tomarnos más tiempo para hacerlo. Así que haremos un hueco más grande en las giras”.
Aparte, si el segundo álbum de la banda tenía cierto sentido sobre la dulce esperanza, New Bermuda se ajusta a la realidad de Deafheaven. Después de erigirse en 2010, y de hacerse un nombre, este quinteto –cuya denominación hace alusión al Soneto 29 de Shakespeare y a la vez tributa a sus adorados Slowdive– mudó su base de operaciones de su San Francisco natal a Los Angeles. Las cinco canciones del nuevo disco (de entre 8 y 10 minutos) abordan la frustración de sentirse solo en una ciudad desconocida, el exceso de expectativas que produce el cambio, la convivencia en pareja, la madurez y la depresión. “No hay un océano para mí, no hay glamour. Sólo el espejismo del agua asciende del asfalto. Miro las cosas desde el horno de mi casa. Confinado a una casa que nunca se mantiene limpia”, reza uno de los pasajes de Luna, que abrazado por guitarras somnolientas, deslizantes y rugientes, se torna en uno de los puntos más altos del disco.
“La adulación y el éxito son una situación medio rara. Somos tipos normales haciendo la música que nos gusta de la mejor manera posible. Eso nos permitió tener muchas oportunidades, y no le decimos que no a nada. Trabajamos muy duro, por eso pasamos mucho tiempo de gira. Si bien es halagador todo lo que nos dicen, nos parece exagerado”, reflexiona el violero, que ingresó en las tendencias extremas de la mano de George Clark, a quien conoció en 9º grado del colegio, y con el que fundó la agrupación grindcore Rise of Caligula, preludio de Deafheaven.
–Sí, somos afortunados. Entre nuestros fans hay gente a la que le gusta el indie, el metal o el rock. En un festival casi siempre somos la banda más pesada, lo que es un desafío porque sabés que no todo el mundo viene a verte. Lo que termina enganchando al que no nos conoce son las melodías.
–Nos consideramos una banda de metal, pero con influencias del black metal. La etapa musical en la que estamos tiene que ver con que los integrantes escuchamos artistas muy distintos, no sólo tendencias extremas. Nuestro espectro va desde la psicodelia de Tame Impala hasta el post rock de Mogwai, Explosions in the Sky y Godspeed You! Black Emperor, pasando por Cranberries y Smashing Pumpkins. Y todo eso se refleja en el sonido de Deafheaven, de la misma forma que el black, el death o el thrash metal. Lo próximo que podamos generar sin duda estará marcado por los gustos de cada uno en ese momento.
–La etiqueta de la prensa no es del todo correcta. Si bien lo que tocamos posiblemente se hace desde 2005, lo que nos dio el empujón es que pudimos mostrar esa combinación de shoegaze y black metal a un público que no la conocía. Eso nos dio el éxito y la popularidad, aunque nuestra visión de esa música es muy personal. No escuchamos nada parecido antes.
–Básicamente es una combinación. Tomaba un riff de Kirk Hammett de Metallica, le agregaba algo de Johnny Marr de The Smiths y lo definía con el procesamiento de efectos de Kevin Shields de My Bloody Valentine. A lo que le sumé una cuota de interpretación y experimentación a mi manera.
Aunque la propuesta y la exposición del grupo podrían significar un cambio de chip para el metal, el guitarrista cree que la escena goza de muy buena salud. “Mi novia, que es estadounidense pero hija de salvadoreños, vive en Los Angeles y allá hay una gran comunidad de metal que me presenta todo el tiempo. Me comparte muchas bandas de metal latino, y es muy interesante descubrirlas”, asegura este músico, cuyo primer disco de su actual proyecto salió a la venta en 2011 con el título de Roads to Judah. “Desde el lugar que cada uno ocupa, sea en el black metal, el industrial o la electrónica, contribuimos en la evolución de la escena.”
–Creo que la gente, en general, abrió la cabeza y es más perceptible. Y esa apertura también está sucediendo en la música. Hoy podés escuchar indie o metal sin serlo, cuando antes era imposible que una banda como Deafheaven estuviera en un festival que no fuera de nuestro estilo. Ya no se necesitan etiquetas. Si te gusta, está todo bien.
–Lo pienso más que nada como algo con lo que la gente puede conectarse e inspirarse. En un momento como éste de los Estados Unidos, donde alguien entra en una discoteca y mata a un montón de gente, y en el que se percibe la tensión política y social, sentimos la necesidad de desconectar de esa realidad. El mensaje que queremos darle a nuestra generación debe ser esperanzador. Hay que levantar el ánimo acerca de esa cruda realidad que reflejan los medios de comunicación.
* Sábado 9/7 en Uniclub, Guardia Vieja 3360. A las 20.
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