AGUAS(RE)FUERTES 2
La lección más grande que le dejó Messi al fútbol no fue dentro de una cancha sino en un pasillo. Sucedió el domingo, al término de la final, cuando a la escapada del estadio MetLife de New Jersey le regaló a los medios del mundo un título inesperado: “Se terminó la Selección para mí”. Naturalmente, el operativo clamor no se hizo esperar y siguen haciendo fila desde amigos célebres hasta ignotos desconocidos para implorarle que revea la decisión. De golpe, el Universo pareció comprender que el fútbol es apenas un juego en donde no era tan grave perder, ni siquiera una final, incluso aunque fuera la tercera consecutiva. Y, una vez más, el niño índigo del fútbol planetario queda sepultado debajo de lo que todos desean de él: que siga jugando. Que haga lo contrario a lo que él manifiesta desear.
Si se despoja la parábola de significaciones propias de su particularidad (la figura de Messi, el karma del Cebollismo, la imposibilidad de reescribir una épica post Maradoniana), se llega sorprendentemente al núcleo de un problema que va más allá de los resultados. Hay un ejemplo tristemente gráfico: cuando fue convocado por primera vez a la Selección, la AFA lo malescribió “Mecci”. ¿Tan difícil era googlearlo? Es difícil pedirle voluntad a una casta dirigente que se apropia de clubes como feudos y que rosquea para conchabar a familiares en viajes VIP en nombre de un fútbol degradado como juego y cultura.
Los representantes acaso sean el nodo de este cambio de paradigma. Se trata de una figura retórica: hoy se constituyen en fondos “de inversión” sin rostro, que buitrean la carne joven con contratos precoces a la medida de padres ambiciosos. El dinero tienta, pero más las promesas, porque son las que nos empujan a caminar (aunque no tengamos claro adónde). La pelota otra vez manchada. Y el fútbol, como juego, ocio y espectáculo, pierde por goleada. Seamos buenos: hoy es imposible mirar un partido de corrido, el que fuere, sin caer en el sopor. La preclaridad de Messi para renunciar a esta derrota cantada lo unge nuevamente como el mejor. Nosotros, en cambio, volvemos a estar un paso atrás con el termismo, con la chiquita, con el ojo en un resultado engañoso.
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