Jueves, 7 de julio de 2016 | Hoy
BICENTENARIO DE LA DECLARACIóN DE INDEPENDENCIA
Redes sociales y nuevas camadas docentes, voluntades políticas y revelaciones periodísticas, relatos ampliados y hechos revisados, todo vale ante una Historia impuesta dicotómica y narrada por “los ganadores”, esos “hombres blancos de la elite rioplatense”. Y todo lo toma, a 200 años de la proclama emancipatoria, media docena de historiadores jóvenes que propone la aparición de otra forma de contar el relato argentino completo, una más diversa, entretenida... y argentina.
Por Juan Ignacio Provéndola
“Hace 200 años que nos declaramos independientes. Eso quiere decir que tomamos la decisión de depender de nosotros mismos”, afirma un spot divulgado por Presidencia de la Nación. ¿Es así de fácil la cosa? ¿La historia debe leerse de un modo lineal, de un punto A hacia otro B, sin discusiones ni consideraciones intermedias? La pregunta es compleja y, por eso, el NO convocó a seis luminarias jóvenes para entender cómo nuestra generación procesa y rebate relatos hasta ahora consagrados por el bronce de las estatuas y los manuales escolares. El investigador Javier Guiamet (30), la becaria de Conicet Guillermina Guillamón (29), el periodista e historiador Pablo Camogli (39), la archivista Julia Rosemberg (31), el realizador y autor del dibujo Zamba Fernando Salem (39) y la profesora Gabriela Carignano (33) se sentaron a la mesa y respondieron al llamado urgente de nuestra Historia.
Carignano: Hay que analizarlo dentro de un proceso latinoamericano, pensando en San Martín, Bolívar, O’Higgins, Belgrano, Güemes, Artigas, Azurduy. Es una independencia política importante si nos comparamos con zonas como Africa o Asia, en donde durante el siglo XIX el dominio de las potencias fue directo, brutal y depredatorio, con consecuencias que persisten. Podemos cuestionar la dominación económica y el relegamiento de otros actores populares, como los pueblos originarios o los esclavos, aunque esa declaración permitió, en el largo plazo, conformar gobiernos nacionales que propiciaron la ampliación de la participación política de vastos sectores sociales.
Guiamet: El Congreso de Tucumán se reunió para declarar la independencia y organizar la forma futura de gobierno de las Provincias Unidas. Esto último no se logró, pero fue un punto de partida necesario para que se formara una nación en el Río de La Plata. Por otro lado, Hobsbawm señala que a fines del siglo XIX Argentina era una parte no formal del Imperio Británico, porque la economía del país estaba subordinada a los intereses ingleses. Definirlo de uno u otro modo es una cuestión de perspectiva.
Camogli: La de la independencia inconclusa es una idea recurrente en la política nacional. Perón la instaló en 1947 cuando proclamó la independencia económica como una etapa que venía a completar la independencia política de 1816. Y en realidad es algo que se plantea permanentemente cuando hay gobiernos concientes de los mecanismos de dominación que le impiden al país gozar de una independencia plena. En la actualidad, esos mecanismos de dominación son muy visibles, casi burdos: el gobierno de Macri sentó en lugares claves de su administración a los representantes locales de la dependencia argentina: banqueros, CEOs de multinacionales, buitres y abogados de esas empresas.
Carignano: Con los cambios en el diseño curricular de la última década se propuso estudiar el pasado reciente abordando otra perspectiva, sobre todo la última dictadura. El problema es la falta de profundidad con la que se analizan los temas en la escuela. Los alumnos leen un texto del manual, responden unas consignas y estudian de memoria. La “conquista al desierto” es presentada de forma reducida e impersonal y no se introduce en la profundidad del tema, en las personas oprimidas, en los sectores que se vieron beneficiados, en los objetivos económicos y en la relación con el presente. Eso genera desinterés, apatía y falta de análisis. En este punto, es fundamental el rol del docente buscando la forma de despertar el interés.
Camogli: En parte hay cambios y en parte no. En Misiones, donde vivo, mi hijo, que va a cuarto grado, está estudiando muy fuerte la historia de la provincia a partir de la figura de nuestro prócer Andrés Guazurarí, el guaraní que fue comandante general de Misiones entre 1815 y 1819, en el marco de la Liga de los Pueblos Libres comandada por Artigas. Cuando yo estudié, esos temas no se veían o se narraban casi como anécdota. Por otro lado, el 20 de junio prometió lealtad a la bandera con una fórmula de promesa en la que son considerados “soldados de la patria”. Me pareció un absurdo y una muestra de lo difícil que es modificar ciertas cuestiones en el sistema educativo, que en este caso sigue respondiendo a una lógica militarizada propia de los años posteriores a la dictadura y Malvinas.
Salem: Hoy todos estamos más o menos de acuerdo con que América no fue “descubierta”, que ya existía antes de que llegara el europeo. Así que creo que ahí hay un cambio de paradigma en relación a mi época. Creo que Zamba ayudó mucho a poder abordar lo histórico desde otra perspectiva. Habrá que ver qué sucede con esta generación. El o la presidente del 2050 va a haber crecido mirando Zamba, vamos a tener que ser pacientes, la educación es un proceso a largo plazo.
Salem: Porque la historia es un proceso dinámico de golpes y contragolpes, como en el conflicto dramático, con puntos de giros y fuerzas contrapuestas. En la ciencia es similar, un paradigma siempre está contestándole a otro. Pero, a diferencia de la ciencia, me pregunto si en la historia hay un progreso comprobable, es un juego constante de tensiones por el poder.
Guillamón: Las dicotomías son una forma rápida de aprehender ciertos conceptos y sus significados, pero anula los grises. Desde hace unos años hay algo así como una moda historiográfica que reside en ver los puntos medios. Pero por más que becarios, investigadores y docentes produzcan una nueva forma de entender, si agarrás un manual de secundaria o los “best seller” de historia actual, las dicotomías siguen siendo la base de la explicación.
Salem: La independencia, sin duda. Porque el que termina independizándose es el blanco hijo del colonizador, el colonizado nunca logró la independencia. Creo que es una lucha que aún subyace todos los días entre nosotros, 200 años después. Lo que hoy celebramos como independencia, los pueblos originarios deben haberlo visto en su momento como una rebelión interna entre los colonizadores.
Guillamón: Creo que todos fueron puestos en tensión, fueron objeto de debate. Desde Rivadavia, Rosas y Urquiza hasta Perón, Frondizi y Alfonsín. Aunque todavía predomina una mirada institucional y política que deja por fuera la experiencia de los sectores subalternos. La típica cronología histórica está construida por hombres blancos y de élite. Y es allí donde te preguntás qué impacto tuvieron la revolución de 1810 y la independencia de 1816 para los esclavos, o la constitución de 1853 para las mujeres.
Guiamet: La historia argentina está llena de lugares comunes que merecen ser revisados. A mí me llamó la atención de qué manera durante el conflicto por las retenciones móviles, las patronales del campo capitalizaron el discurso que giraba alrededor de la idea de que este país siempre había crecido con el campo. Esa es una idea que puede ser revisada. La Sociedad Rural se opuso muchas veces a las distintas iniciativas de industrialización que surgieron del Estado, proceso que de ser exitoso hubiera permitido generar una economía nacional más fuerte pero quitando el lugar destacado que el campo tiene para presionar en función de sus demandas sectoriales.
Carignano: Un tema bastante controvertido, por ejemplo, me parece la guerra de Malvinas, en donde la gesta es vista como un acto de patriotismo. Es difícil discutirle esa idea a quien fue a la guerra, puso el cuerpo, pasó hambre y frío y vio morir a sus compañeros. Actualmente, lo que enseñamos en la escuela es que los reclamos por la soberanía de las Islas tienen que continuar, pero de manera pacífica.
Guillamón: Estos últimos años fueron los de una nueva forma de abordar la historia, de construirla, de problematizarla. Uno de los grandes avances fue el romper con esa distancia que existía entre la historia política y la historia cultural: hoy, toda práctica cultural es pensada, también, en relación a idearios políticos.
Rosemberg: Me parece interesantísimo el análisis de Cecilia Flachsland en su libro Desarma y sangra, sobre la versión del himno de Charly García de 1990, planteando que está queriendo apropiarse de un pedazo de la tradición nacional que parecía agonizar, y resignificarlo, darle otra vitalidad. Y lo hace al comienzo de una década que pareció querer sacarse de encima cualquier lastre ligado a la tradición. Es muy poderosa la operación.
Guiamet: Estamos frente a un fenómeno que es difícil de dimensionar. El papel demostró ser un soporte muy confiable durante siglos, y hoy los soportes virtuales se volverán obsoletos en pocos años. Adónde va a ir a parar todo ese reservorio en cien o quinientos años en absolutamente incierto. Si antes la virtud del historiador era rastrear las fuentes, hoy pasa por no perderse en la gran marea de datos y poder jerarquizar y relacionarlos de un modo coherente.
Rosemberg: El avance de las redes y de la tecnología en general agrega más registros, pero también implica un exagerado volumen de información, imposible de ordenar y valorar. Lo digo desde la experiencia de trabajar en un archivo digital, donde lo primordial de nuestro trabajo es el orden y la clasificación de todos los registros.
Camogli: Si hay algo que los historiadores no gustamos de hacer es predicciones. De todas formas, está claro que los historiadores del futuro contarán con muchísimas más fuentes sobre esta etapa histórica que sobre cualquier otra en el pasado.
Salem: Creo que la historia la escriben los que pueden.
Guillamón: La apertura a la investigación y la financiación consecuente, la eclosión de posgrados y especializaciones en Historia, como también la capacidad que tuvieron muchos intelectuales para acercarse a la divulgación, y la política estatal de generar contenidos con una base histórica muy sólida, lentamente están haciendo una historia más rica, en donde nadie gana ni nadie pierde.
Guiamet: Yo diría que en todo caso no es que la historia la escriben solo “los que ganaron”, sino que son los que más poder tienen para difundir su relato. Pero escribir historia, del mismo modo que hacer periodismo o dedicarse al arte, es insertarse en las disputas simbólicas e ideológicas de nuestra sociedad. Quizás “los que ganan” tienen más herramientas para dar esa disputa, pero no son los únicos que la dan.
Rosemberg: La llamada “conquista del desierto” hasta hace muy poco sólo había sido narrada desde los ojos del ejército que fue a expulsar, asesinar y domesticarlos. Algo parecido sucedió con las montoneras que se oponían al gobierno de Mitre. Gauchos e indios eran un su gran mayoría analfabetos y fueron muy pocas las fuentes escritas que dejaron. Es interesante esa frase de que “la historia la escriben los que ganan” porque, de nuevo, está uniendo la narración histórica a un conflicto social. El que vence en esa lucha se lleva, además, un poder, el de narrarla. O, al decir de Walter Benjamin, un botín simbólico y de dominación importantísimo.
Camogli: La historia, como la política, es un campo de batalla en donde aún no se terminó la lucha. La historia oficial dominó la escena historiográfica durante décadas, pero luego fue cuestionada y hoy tenemos otra historia, mucho más diversificada, entretenida y, en cierta forma, parecida a nosotros mismos.
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