Jueves, 21 de julio de 2016 | Hoy
LA INCAPTURABLE PALOMA CONTRERAS
Cuatro funciones semanales de Todas las cosas del mundo más otra obra en Konex le dan a la actriz un plafón colectivo.
Por Brian Majlin
El teatro independiente tiene una premisa tácita que guía en el hacer y hacer, bajo la impronta del vértigo. Hace unos meses, en su libro Lo incapturable, el referente teatral Rubén Szuchmacher plantó las bases de una discordia. Dijo, entre otras cosas, que el teatro independiente pecaba de conformista y de adaptado a la realidad miserable. Se impuso, entonces, la expectativa por lo que sería su respuesta: Todas las cosas del mundo, una obra de Diego Manso que hace cuatro funciones de más de dos horas por semana, una intensidad precisamente buscada para que todos se aboquen de lleno a ella.
En ese vértigo del hacer generacional, a la vez atravesada por el exceso –de texto y de formas– de la pieza, aparece Paloma Contreras, que cada sábado realiza en el Konex una función de Toda la verdad sobre la vida y muerte de Kurt Cobain, del rumano Peca Stefan y dirigida por Sofía Wilhelmi, y corre a la tercera semanal de Todas las cosas. Además está escribiendo una obra y tiene una película para fin de año, dirigida por Eduardo Pinto y coproducida por Alex de la Iglesia, con Sofía Gala, Alejandro Awada y Olivia Ruiz. Pese a todo, dice que lo suyo no es más vertiginoso que lo de su compañera de elenco Ingrid Pellicori o lo de sus padres, Leonor Manso y Patricio Contreras: “Estamos en ésa porque la labor es una forma de vida”.
–Cuando la leí dije “¿Y esta deformidad qué es?”, y me encantó. Fue un proceso muy hermoso, a los primeros ensayos de mesa les decía “la beca Szuchmacher”, porque nos cocinaba, tomábamos vino, leíamos y nos conocimos. No sé si pensé mucho cuando me dijeron que haríamos cuatro veces por semana en una cooperativa. Yo decía que éramos los topos, porque mientras el país parecía que iba a estallar estábamos ahí, en el Payró, que es para abajo, y sentía que no nos íbamos a enterar de lo que pasara.
–De alguna manera era mi pequeña revolución: en un contexto donde todo es tan arbitrario, estar en esta estructura democrática, de decisión colectiva, es un espacio de resistencia.
No es la primera vez de Paloma en una cooperativa porque es la forma en que todos comienzan antes de que, quizás, lleguen los contratos. Pero hay algo especial en esta experiencia. “Me gustaría que no se perdiera. Todo esto que consteló Rubén con profesionales tiene algo de gesta y mensaje. Es importante, no por el deber ser, sino porque al vincularte con gente que tiene relación filosófica con el trabajo, donde es a la vez tu manera de ver el mundo y de vivir, te enriquece”, dice como manifiesto personal. La pieza expone a la coyuntura sin buscarlo: pedofilia en la Iglesia, corrupción, dinero enterrado y varios elementos de la argentinidad. Pese al desborde humorístico durante 130 minutos, es un texto revulsivo.
“Hay una frase del personaje de Ingrid que dice: ‘Esto no es un país, es una ciénaga’. Esa mirada es muy útil para leer la doble moral de todos los personajes, que quieren destruir a alguien. Ese aniquilar al otro en su perspectiva para sostener la propia.”
Contreras supo que se dedicaría al teatro cuando lo emprendió –pese a dudas lógicas sobre eventuales mandatos parentales–, porque la cautivó el trabajo grupal, que resultó un modo contracultural de romper con miserias individuales: “Son trabajos de todos por un objetivo, que lo vuelven una tarea muy hermosa. Yo no creo que uno tenga ‘un objetivo’, ponele el Oscar, el sueño cliché capitalista en el actor. Y el trabajo grupal te da la posibilidad de una reflexión sobre la propia tarea que no sé si es posible desde la mirada narcisista”.
* Jueves y viernes a las 21, sábados a las 22 y domingos a las 20.30 en Teatro Payró, San Martín 766.
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