Jueves, 28 de julio de 2016 | Hoy
AUTOSTOP #2: ABDULAH II BIN AL HUSSEIN
El rey jordano es tan devoto de Star Trek que pagó un cameo mudo en Voyager e intenta montar un megaparque temático en el desierto.
Por Juan Ignacio Provéndola
Hace cuatro años, el rey Abdulah decidió eliminar los subsidios al gas y al transporte público para financiar su proyecto más revolucionario: un parque temático de Star Trek en la ciudad de Aqaba, al sur. Abdulah es el cuarto miembro de la dinastía hachemita que ocupa el trono en Jordania. Su familia, una de tantas en Medio Oriente que se arroga descendencia de Mahoma, logró el poder desplazando a los duros otomanos, quienes llevaban tres siglos ocupando el lugar. Este año, los hachemitas cumplen 100 gobernando el país bajo una monarquía que se disfraza de parlamentaria sólo para quedar bien ante la ONU y otros foros inútiles, ya que puertas adentro todos saben el voto del rey vale más que todos los demás.
Abdulah, uno de los cuatro hijos de Hussein, el rey anterior, se dio la buena vida de joven, estudiando en secundarios a su medida en Inglaterra y Estados Unidos. En una de esas fiestas conoció a Rania, una kuwaití con la que se casó dos meses después. Aunque otro hermano lo anticipaba en la línea sucesoria, su padre lo designó heredero poco antes de morir y ante el azoro de todos, incluso del elegido. Ya para entonces, Abdulah profesaba por Star Trek un fanatismo astronómico: en 1995 había desembolsado una millonada para tener un cameo mudo de seis segundos en Voyager, una de las etapas de la saga televisiva.
El rey ideó un parque temático a lo grande. Con un presupuesto de 1000 millones de dólares, 74 hectáreas, 17 zonas de entretenimiento, hotel cinco estrellas y prestaciones como un “centro de sensibilización sobre energías renovables”. El anuncio prometía “una experiencia sensorial del siglo XXIII con una travesía especial altamente avanzada”.
Esas y otras decisiones desembocaron en las primeras protestas sociales de volumen que tuvo Jordania en el siglo de reinado hachemita. Las marchas llegaron a reunir 20 mil personas, cifra inédita para ese pequeño país enclavado en un desierto pedregoso y sin ninguna riqueza. Las manifestaciones eran lideradas por jóvenes que padecían el perverso régimen laboral que habilita a los empleadores a contratarlos por día, así sean varios días seguidos durante años. Abdulah, enceguecido, ordenó una fiera represión que dejó centenas de detenidos, 71 heridos y dos muertos; disolvió el parlamento y encarceló a varios de sus funcionarios. Pero cuando recuperó la calma, no tuvo alternativa: el sueño de tener la Enterprise y al Sr. Spock en el patio de su reino debió postergarse.
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