AGUAS(RE)FUERTES
Popstars de regreso y una odisea del espacio y tiempo que ligó 2016 a 2001.
› Por Lola Sasturain
El Lola Membrives explotado. Dos semanas de doble función diaria con entradas agotadas. Manteros sobre Corrientes con pósters, remeras, bandanas. Y una larga cola. La imagen parece coherente con la de 2001, cuando recién saliditas de Popstars las Bandana eran estrellas post adolescentes que cristalizaban los sueños de fama y fortuna de todas las chicas del país. Pero hay diferencias clave, como que ahora los pósters muestran sólo a cuatro: Ivonne, la colombiana de rulitos, rechazó participar de la vuelta para privilegiar proyectos personales. O lo más impactante: que la franja etaria del público se corrió 15 años para arriba. Ya no son hordas de niñas con pañuelos en la cabeza, víctimas de la histeria; ahora las pocas nenas que hay van a caballito —arrastradas como excusa, seguramente— de madres, tías o madrinas que posiblemente hayan participado de la postal de principios de milenio.
El show y su producción, los looks y la histeria colectiva sí parecían de 2001: encantadoramente pasados de moda. Pero tanto gran parte del público como las Bandana mismas parecían estar ahí haciéndose cargo del gesto kitsch, de la ironía, de lo gracioso que en un punto era lo que sucedía. Pero la puesta en escena no guarda ironía, simplemente intenta trasladar, cual cápsula del tiempo, a un público inevitablemente mucho más cínico. Aunque pareciera que, sorprendentemente, no tuvieron eso en cuenta.
Visuales de ¡velas! para el enganchado acústico de lentos, donde las letras brotaron casi espontáneamente de los labios de los presentes. Lluvia de papelitos, animaciones con la bola 8, vestidos ajustados y plataformas infinitas. Nada canchero ni posmoderno. ¿Ellas? Puro carisma y empatía: simpáticas, haciendo chistes, muy agradecidas y dejándolo en claro. Virginia se cayó y no pararon de reírse de eso en todo el show.
Cada tanto, las pantallas mostraban partes de su película Vivir intentando y del casting que las lanzó a la fama: estaban feas, se comían las eses, usaban ropa muy poco cool y decían cosas que hoy las avergüenzan. Y en eso consistía. Y la gente se volvía loca, y todo era un gran ida y vuelta cómplice.
Innumerables grupetes de amigas y amigos de veintilargos coreaban como en la cancha. Mucho “ahora me siento mas identificada con este tema que en su momento”. Tal vez sea consumo irónico, imposible saber. Lo que faltó absolutamente fue la pose. Y será que las Bandana tienen una relación cósmica con las crisis, pero toda una generación que evidentemente lo andaba necesitando se entregó a la nostalgia y se sumergió en la noción más pura del entretenimiento.
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