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Jueves, 18 de agosto de 2016

AGUAS(RE)FUERTES

El hueso alfinal

Crack Bang Boom replicó un dilema conocido por el rock: la llegada de nuevas hordas a pelear el espacio simbólico.

 Por Luis Paz

Desde Rosario

En la ciudad cuna de la bandera, la boga despinada al asador en alguna bajada al Paraná y el intento de “la pizza más larga del Litoral”, la nerdencia asemeja fuerte al rockeraje, y no sólo por el episodio en el que –como algún pretendiente en Cosquín Rock– su novio le pide casamiento a Titi sobre la pasarela que invade el pastito del Centro de Expresiones Contemporáneas rosarino. O por el olor a chivo teen que inunda los galpones donde se desarrolla la séptima convención comiquera Crack Bang Boom.

Jedis con acento cordobés, hombres de calzones colados y personajes del indie rosarino vendiendo sánguches de paleta a precio de jamón cocido se apelmazan como pororó, y en su infinito andar hueveando entrañan una premonición: al antiguo dominio de nerds y frikis, ahora territorio ondero y foodtruckero, le toca lo que al rock cada tanto: otra generación irrumpe deshilachando spandex, rompiéndole las pokebolas al statu quo superheroico, las marcas y videocámaras llegan detrás de un piberío que aparece con sus propios hashtags y universos expandidos. Y algunas cosas empiezan a quedar viejas.

Crack Bang Boom es fecundo, hay pendejos, pibas y chabones por todos lados. Niñitos y pendeviejas, jipis con iPhone, es un muestreo de talla pequeña de un shopping en vacaciones de invierno: guachines desesperados por la espada pixelada de Minecraft, sí, pero también juveniles editores de historieta, veinteañeros dibujantes, exponentes con acné de las altas esferas del fandom local. Y cosplayers sub 30, banda de ellos, listos para un concurso que pondrá el dedo en la grieta.

Harley Quinn y el Joker son los Kate Moss y Pete Doherty de esta escena, y la flamante Suicide Squad el nuevo estándar pret-a-porter, el catalizador estético de una era: la Harley Quinn de Margot Robbie como consumación pop de las eróticas Suicide Girls, y el Guasón de Jared Leto como un Tommy Lee para la generación League of Legends. Los videojuegos colándose, pero de God of War para acá, todo post Play 2.

Mientras algunos cosplays grossos (por determinación, originalidad, talla o detalle) se referían a Game of Thrones, Underworld u Overwatch, al Wolverine que condujo el concurso se le desafilaban las garras con todo lo que tuviera menos de 10 años, pero abundaba en asuntos de los ‘80. Y al final el jurado se comportó como un enclave Tory británico y eligió... un Batman, un Superman y una Mujer Maravilla.

Esta preferencia canónica contrastó con las figuras de skaters y rollers que se recortaban a lo lejos, antes de las escalinatas del Parque España. Fue como una referencia antediluviana hasta para treintañeros buscapikachus. Una instantánea sepia ante la movida webcomic local. Una dimensión perdida en el GPS de una ciudad que centellea juventud en las filas para entrar a Johnny B. Good, los grupos de yoga en las plazas o las charlas de hidalgos pibes agitando lo grosso de los dibujos de Juan Sáenz Valiente. Rosario siempre estuvo nerda.

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