EL ETERNO RETORNO DE LA NOVELA INICIáTICA
Micropolítica de lo cotidiano, pandillas juveniles, debuts, autoconocimiento, rock, fútbol 5, videojuegos y vecinas con antojos conviven en los nuevos libros de Libertella, Magrino, Lisica y Domínguez Bedini, escritores en “la crisis de los 30” que volviendo a las iniciaciones del pasado buscan entender su época.
› Por Brian Majlin
Se criaron en una época de plástico. De luces de colores, de sonidos robóticos, de balas de fogueo e interminables consumos accesibles. Un combo feliz, al menos en apariencia, que moldeó un espíritu blando, con el deseo a flor de piel y la consumación de ese deseo a través de la consumición. Un éxito constante y al alcance de la mano: una promesa posible que estalló en mil pedazos en 2001 o un poco antes. Lo que vino fue la miseria para cada uno: el individuo se rompió y no supo más quién era. Los libros de iniciación de, por orden de aparición, Mauro Libertella (El invierno con mi generación), Yair Magrino (Wonderboy), Federico Lisica (Un error maravilloso) y Nicolás Domínguez Bedini (Médanos de oro) son esa búsqueda auto exploratoria para entenderse y entender una época. Con la política y sus consecuencias, a veces en forma explícita y a veces no.
Libertella narra las anécdotas y consumos de un grupo de amigos que enfrenta las pasiones exacerbadas de la adolescencia, con la mirada virada hacia el interés propio como respuesta política al menemismo. Lisica revisa ese mismo costado pero con personajes que tironean al protagonista –y a la trama– hasta mostrarle que nada era tan amigable ni accesible ni real. Magrino expone la consecuencia, la inevitable necesidad de abrazarse y rearmarse colectivamente –y emigrando a España– para dar cuenta de un sistema que expulsó hasta los sueños. Y Domínguez Bedini, también desde una micropolítica posterior –que no es más que lo político del día a día que no se asimila como partidario o institucional–, cuenta los avatares de unos que se agrupan y resignifican la soledad, y los modos culturales actuales.
En El punto ciego, recopilación de las conferencias Weidenfeld 2015 que se publicaron este año en Argentina, el escritor español Javier Cercas dice que la tradición de la novela moderna –de Cervantes en adelante– muestra la vigencia del formato, y se pregunta por el objetivo: dice que la novela no es entretenimiento sino una herramienta de investigación existencial, de exploración de lo humano. “No debe quedarse en lo anecdótico”, completa Magrino.
Y sin embargo son historias, novelas, más o menos simples, de amores, de amistades, de desencanto, de tropiezo y aprendizaje. Dice Lisica que, todos pasando los 30, se trata de una generación atravesada por las películas de iniciación, de Cuenta conmigo a 500 días con ella o Los Goonies. Cada uno tiene sus escritores predilectos también, de Arlt a Orwell, a Huxley. Todos hallaron en el concepto de inicio un modo de contar.
Lisica quería escribir sobre los ‘90 y sus impactos. En Un error maravilloso hay un pibe que escribe sinopsis en una distribuidora de VHS, una mujer que lo encandila, un grupo de amigos que se desgaja, un torneo de fútbol con el equipo del secundario, fiestas del PO con Las Manos de Filippi de fondo y una época que, a tirones, va quedando hecha trizas. “La imagen es la de un pibe que quiere pararse y bailar en el medio del samba, pero se cae. Así está el protagonista de la novela iniciática”, define.
Magrino también quería narrar esa época pero desde su quiebre posterior, del panorama “devastador donde no quedó otra que juntarse”. Buscó referenciarse en los consumos culturales: “En los videojuegos: Mortal Kombat, Street Fighter, Wonderboy”. Así nace su personaje, con Ska-P de fondo, una revolución en ciernes y mirada nostálgica.
Sobre esa nostalgia con que se mira la época juvenil, Magrino dice que hace poco vio un documental sobre los aymaras en el que explican que, para ellos, el tiempo –gráficamente– se ubica en relación a la cabeza: el futuro atrás y el pasado delante; y uno avanza de espaldas, lo único que verdaderamente puede conocerse es el pasado. Por eso ahora se revisan escribiendo. Como una “mistificación del pasado que fue mejor”, según la llama Libertella, reconociendo una relectura de la candidez juvenil a partir de cierta “crisis de los 30”.
Sus cuatro novelas son autorreferenciales. “Hay algunos giros, pero es lo que sucedió”, dice Libertella, que cuenta su dificultad para escribir más allá de su propia vida (en su primer libro lo había hecho sobre la muerte de su padre), y ríe: “Es un problema porque me estoy quedando sin vida que contar”. Son jóvenes adultos, adultos jóvenes, escribiendo sobre sus inicios, hablándose a sí mismos. Y, a la vez, a los jóvenes que inician hoy.
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