Jueves, 8 de septiembre de 2016 | Hoy
FERNANDO BRIZUELA Y SU MUESTRA FLOR PROHIBIDA
Mate, café y licores vegetales, cannabis, peyote y floripondio en una exhibición de plantas mágicas que influyen más allá del cuerpo.
Por Santiago Rial Ungaro
Desde el Libro del Génesis que la Naturaleza viene planteando a los humanos múltiples conflictos e interrogantes: sea por un manzano prohibido o por una planta de estramonio, de jazmín paraguayo, hierba de la pastora o cannabis. Desde un enfoque más didáctico y pedagógico que puramente artístico, Flor prohibida es una muestra ideada por Fernando Brizuela, que exhibe varias de estas plantas psicoactivas en un invernadero cerrado por seguridad en una experiencia que resulta paradójica y contradictoria desde su propia microgénesis: financiado por el mismo Gobierno y elocuentemente autocensurada por el Ministerio de Cultura, que con cierta candidez escondió en algún lugar del edificio de la Casa Nacional del Bicentenario las macetas de cannabis pero no así las plantas de floripondio ni los cactus de San Pedro o peyote, que contienen numerosos alcaloides de mescalina, potentemente alucinógenos.
Abriendo el paraguas antes de que llueva, un letrero advierte que la exhibición contiene “imágenes, información, plantas y sustancias que, según las creencias del visitante, podrían herir su sensibilidad”. Justamente, lo fascinante y lo artístico de esta acción –que también incluye otras sustancias psicoactivas como el café, el mate, el té, la coca y licores de origen vegetal de uso cotidiano y normalizado– es que afecta la sensibilidad interpelando las convenciones sociales, económicas y hasta espirituales: “La íntima relación entre el mundo vegetal y los seres humanos se manifiesta especialmente en que algunas plantas producen sustancias que pueden influir en las profundidades de la mente y el espíritu”, explica Brizuela, que suele estar presente en la sala y que aclara que la muestra forma parte de una exposición interactiva llamada Casa Tomada.
No es común estar cerca de estas plantas cuyo aspecto exterior ya resulta voluptuosamente embriagante. Pero con el ideal del usuario consciente en mente y en este contexto, que incluye un espacio anexo de trabajo y gastronomía con la idea de desarrollar actividades educativas y encuentros de dibujo, construcción de herbarios, degustaciones y talleres, Brizuela busca informar, reflexionar, pero con cierta prudencia y ecuanimidad, no solo legal sino también química: “Una enorme cantidad de personas viven sin utilizar ninguna clase de sustancia que altere su conciencia. este espacio no apuesta de ninguna manera a la utilización de drogas ilegales sino que pretende convertirse en un laboratorio de intercambio de ideas, educación y debate dentro del fascinante mundo de las especies vegetales que alteran la mente, navegando en una fina línea entre salvación y condena, dependiendo de los usos y las dosis, donde la misma sustancia vegetal es vista en un momento como medicina, en otro como recreación y en otro como veneno”.
La cita en el texto que ofrece Brizuela a los visitantes, escrito por el gran alquimista, médico y astrólogo suizo Theophrastus Bombastus Paracelso (1493-1541) resulta clave para comprender el enfoque del proyecto: “Todas las cosas tienen veneno y no hay nada que no lo tenga. Si una cosa es veneno o no depende solamente de la dosis”.
* De martes a domingos en la Casa Nacional del Bicentenario, Riobamaba 985. De 15 a 21. Gratis.
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