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Jueves, 7 de febrero de 2002

Todo un palo

POR SOFIA AMADO CATTANEO
Desde Bariloche

“Siempre quise ser un huinca y me quedé solo.” Un hombre se desnudaba quitándose la máscara blanca que ocultaba su verdad: era mapuche. Vergüenza y arrepentimiento por su identidad. Ese era el crudo mensaje de Folilkan, una compañía de teatro de jóvenes mapuches chilenos que presentaron su obra en el Wefkvletuyiñ (“estamos resurgiendo”), el primer encuentro de arte y pensamiento mapuche de Puel Mapu, Argentina, el fin de semana pasado en la escuela municipal de arte La Llave, de San Carlos de Bariloche.
Pu mapuche mogeley. El pueblo mapuche vive. Y son muchos, aunque gran parte no se reconozca como tal y reniegue de sus raíces. Basta con detenerse a observar los ojos rasgados que miran, desde la periferia de las ciudades patagónicas, para darse cuenta. Es gente de la tierra que habita hoy en el cemento. Abogados, albañiles, periodistas... Eso son los mapuche de hoy.
En el proceso de transculturización, de migración del campo a la ciudad, la realidad de este pueblo se tornó cada vez más compleja y heterogénea: un presente de negación y desconocimiento de la identidad para muchos mapuche. Sobre este tema rondó el gran objetivo de este encuentro: recuperar las raíces y mostrarla al resto de la sociedad. “Necesitamos autoafirmarnos como raza, como mapuche. Pero para que se nos reconozca como tales, primero tenemos que reconocerlo nosotros mismos”, explicó Fresia Mellico, una mapuche neuquina del equipo de coordinación general del evento. Wefkvletuyiñ es la continuación de un proceso de autoafirmación de la identidad que tuvo su antecedente más cercano en la Campaña de Autoafirmación Mapuche ante el censo 2001, en el cual se preguntaba si existía alguna descendencia mapuche entre los censados. “Nosotros sabíamos que la gran mayoría de los mapuches lo negaría, por vergüenza, y así fue. Hoy todavía no sabemos cuántos somos, ni tampoco lo vamos a saber. Falta concientizar al pueblo mapuche, para que sienta orgullo de sus raíces y se sienta un pueblo unido otra vez”, contó Mellico.
La campaña generó diversos espacios de debate y de afirmación, como la serie de micros radiales “Inche Mapuche ngen-Yo soy Mapuche”, que resonaba constantemente en este otro espacio de debate, el Wefkvletuyiñ.
Participar de un camaricun, una ceremonia que viene transmitida de generación en generación y que forma parte de la conciencia mapuche, bailar el choique purrun, una danza que imita el movimiento de las avestruces, tocar el culchrun, un tamborín que se usa en las ceremonias religiosas, o balbucear el mapuzugun, fue para algunos de los 200 mapuches que llegaron desde distintas comunidades de Argentina y Chile, el primer acercamiento a su cultura.
“Heridas de un pueblo que no para de sangrar y miles de paredes que impiden ver la realidad”, así suena Mortaja, un grupo de música heavy trash, entre tantos otros grupos que tocaron en el encuentro. “Los jóvenes mapuche también hacemos rock, nos expresamos como podemos, como nos sale”, contó Carlos, el guitarrista de la banda. De eso se trató Wefkvletuyiñ, de mostrar mediante la música, el teatro y la proyección de videos y diapositivas quiénes son y cómo quieren ser los mapuche. “Si los mapuche estamos tan ahuincados como dicen, por qué no mapuchizamos lo huinca y hacemos un teatro mapuche.” Eso fue lo que pensó Miriam Alvarez, antes de crear el taller de teatro el Paraje Trompul de la Comunidad Curruhuinca de San Martín de los Andes, buscando formas propias de contar su historia y de dar a conocer sus costumbres. Ese es también el pensamiento de Carlos y de todos los artistas que se presentaron en el encuentro en un intento por recuperar su cultura. “Este encuentro es una de las formas en que respondemos ante la Campaña de Autoafirmación. Nació como una forma de reflejar las diversas construcciones que realizamos los mapuches en la actualidad, apropiándonos de elementos de la cultura occidental nomapuche: géneros musicales como el rock o el folklore, el teatro, la literatura, utilizándolos como una forma de expresión, de reafirmación cultural, como medio de búsqueda de la identidad mapuche. Esta es nuestra realidad, no la del estereotipo impuesta oficialmente: los mapuche como una imagen del pasado o como resabios aislados del resto de las construcciones sociales”, explicó Lorena Kañukeo, una joven mapuche de 24 años, estudiante de periodismo y principal promotora del encuentro.
Las armas que tienen hoy los mapuches para recuperar lo que les pertenece ya no son lanzas ni boleadoras, sino el arte y la comunicación. Y como repitió hasta el cansancio la escritora mapuche Liliana Ancalao en el Wefkvletuyiñ: “Quién va a detener la conquista por la belleza”.

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