ASTROLOGíA, LA GRAN COSA VIEJA
¿Volver a Dios? Ya pasaron demasiado tiempo y ciencia para regresar a los grandes relatos épicos, pero la astrología estaría llenando un vacío conceptual y conectando con la necesidad de sentirse parte viva de un todo más grande. ¿Disciplina confiable o fenómeno trendy? Acá, los que saben.
› Por Lola Sasturain
La astrología, tan antigua que es, parece ser la nueva gran cosa: hoy casi cualquiera sabe su luna y ascendente, las escuelas se multiplican y las fanpages de horóscopos se viralizan. Es raro que después de siglos de secularización, la necesidad de creer esté viviendo un rebrote para algunos razonable, para otros descabellado y para otros cool. Las modas en lo que atañe al comportamiento siempre tuvieron que ver con la búsqueda de respuestas a las grandes preguntas de la época. Y cuando la ciencia explicó todo, y lo único que queda es fatalismo ante lo inevitable, surgen el cinismo y a la vez la necesidad de una válvula de escape para tanto realismo positivista. Llegado al punto de asumir que el científico también es un dogma, y de que como Humanidad no hacemos más que saltar, por épocas, de un dogma a otro. ¿Volver a Dios? Ya pasó demasiado tiempo de eso y post ciencia no hay manera de volver a los grandes relatos épicos, menos en una época que parece retorcerse cada vez más sobre individualidades. En este panorama, la astrología viene a llenar un vacío conceptual: no del todo explicable ni entendible, conecta con esta necesidad de identificarse en algo global y sentirse parte viva de un todo holístico.
La gran mayoría de sus recientes adeptos encuentran en ella una manera de autoconocimiento sin juicio, de autorreferencia sana, de encontrarse potencialidades ocultas y, de yapa, relajarse a sabiendas de estar insertos en un orden superior inevitable. Comparte con la religión eso de que su único camino es la fe, pero bien utilizada no tiene que ver con una bajada de línea o una limitación sino que funciona como un sistema para hablar de aquellos temas sin definición pero tan importantes como el deseo, el yo, el otro, el amor, la expansión y la limitación, lo instintivo y lo impuesto, la relación con el entorno cercano, con las instituciones y con la totalidad de un sistema que es todo eso junto y mucho más.
Explica Gabriela Breitman, astróloga y profesora de astrología, quién recientemente inauguró su primer curso para adolescentes: “Pienso a la Humanidad como a una persona. Toda la búsqueda en el territorio más racional, positivista y científico fue parte de un momento de crecimiento y de evolución necesario, pero hoy estaría faltando reincorporar cosas anteriores que se dejaron atrás, en su momento, para poder organizar y concebir este pensamiento frío y exacto. Eso explica la búsqueda masiva de otra explicación. Esa lógica antropocéntrica fue muy útil para lograr avances increíbles, pero es como el paso de Leo a Virgo: la astrología da un mapa de energía disponible, es salir del yo para concientizar que somos parte de un todo. La lógica que dice que eso no es posible tampoco es universal y absoluta”.
Conceptos que van desde lo más instintivo y bruto hasta lo más complejo y mediado –por la sociedad, el lenguaje, la Humanidad entera– se estructuran a través de los elementos, signos, planetas y casas. Y cada persona, con su combinación personal que es la carta natal, cuenta con ciertas disponibilidades energéticas que, de creer, pueden ser utilizadas más como mapas de acción que como herramientas de clarividencia, según Breitman. Aunque no se entienda (o parezca un cuento) el eslabón que hay entre el cielo, el momento del nacimiento y la vida en la tierra, al igual que con el psicoanálisis, las terapias alternativas o las flores de Bach, creer es lo que dota de utilidad.
¿Cómo es posible que tanta juventud posmoderna de repente se sienta interpelada? “Hay algo de la lógica virtual que tiene que ver mucho con la comprensión de sistemas simbólicos. Internet y la capacidad de llegar a través de una tecnología y un lenguaje a cosas lejanas que si no nos son abarcables. Los jóvenes y adolescentes entran en la lógica de una”, sigue Breitman. Buen ejemplo son esos memes astrológicos que suelen consistir en analogías entre signos, elementos, planetas y casi cualquier cosa perteneciente a la cultura pop: los signos como Mean Girls, los signos como aesthetics, los signos en The Office, entre muchos otros. Siendo la astrología una disciplina basada en correspondencias, parece que la generación meme viene con ventaja de fábrica para la comprensión de este universo.
Nicolás Boque, astrólogo de 26 años que estudió cine, publicidad y Comunicación Social antes de decantar por su verdadera pasión, también encuentra el fundamento en cuestiones que tienen que ver con el lenguaje de época: “Tanto a la astrología como al I Ching o el tarot los veo como códigos poéticos, cada uno con su sesgo, como matrices para interpretar y poetizar la realidad. Esto resuena con la idea posmoderna de que todo es una construcción del lenguaje y me parece que por eso hoy tiene mucha vigencia”. Y sobre esta condición de lenguaje simbólico en el que correspondencias y analogías lo son todo, concluye que si no hay una explicación científica para la astrología, es problema de la ciencia, no de la astrología.
Gael Policano Rossi es un astrólogo, dramaturgo, actor y poeta de 28 años. Tiene escritas y dirigidas dos obras teatrales de trasfondo conceptual astrológico: Saturnalia y Neptunistas. Su primer contacto con la astrología fue graciosamente a nivel chanta, trabajando en un call center como psíquico por sms, respondiendo mensajes al 2020. Pero ahí la chispa de la curiosidad se encendió y luego de mucho estudio es astrólogo-propiamente-dicho desde los 25, aunque preferiría esperar al menos a su vuelta de Saturno (planeta que representa los límites, el deber ser, el lugar en la sociedad y el superyó, entre otras cosas) para atender. Mientras tanto, conduce Astromostra, que puede escucharse los lunes de 17 a 20 por radio Viaducto, y fusiona en diversos proyectos arte y astrología.
Rossi entiende a la astrología como un lenguaje más cercano al artístico que al científico, sin perder de vista que el camino más duro o más blando para encararla depende de la utilidad que cada uno le encuentre, siendo todas válidas. “No sé qué enganche tienen los jóvenes, seguramente todos son diferentes. El otro día llamó a la radio un pibe de 18 años que quería que le comente su carta, y cuando le pregunté cuál era su relación con la astrología dijo: ‘Mi vieja sabe y cuando empecé a leer al toque entendí, así que estudio un poco cuando tengo un rato’. Su respuesta me encantó porque el desprejuicio absoluto, los planetas y esa información milenaria que gira en torno a ellos le daban letra para generar más pensamiento, y lúdicamente le daba bola. Creo que ésa la actitud, pensamiento creativo. En lo personal, AstroMostra no genera ningún tipo de arte, o sí y tal vez como escritor AstroMostra sea mi mayor proyecto de poesía, pero no puedo saberlo porque pienso que las cosas nunca tienen una sola forma. También es mi modo de dar un servicio a la comunidad: a veces es arte, a veces terapéutico, a veces misión, a veces pedagógico, pero con Emiliano Figueredo, que hace el programa conmigo, siempre nos proponemos que sea divertido “.
Nicolás Boqué también desarrolla que la clave está en los múltiples enfoques posibles de este sistema simbólico: “El Zodíaco es nada menos que un lenguaje: sagrado, circular, mítico, mágico, simbólico, arquetípico, geométrico, matemático… Aunque se lo niegue, nos cala muy profundo y es parte fundamental del bagaje cultural occidental. Es una herramienta muy poderosa porque genera sentido. Si la querés usar, funciona, porque te da una estructura simbólica para entrar en contacto con texturas vivenciales que son primordiales. Habla del Cielo en la tierra, de un más acá, algo extrañamente conocido, y eso resulta tan liberador para la conciencia como problemático para los modelos de la tecnociencia establecida”.
Pero en definitiva, Gael encuentra una posible explicación astrológica para la tendencia. Mientras Neptuno (el planeta del inconsciente individual y colectivo, entre otras cosas) estuvo en Acuario (el signo de la Humanidad y la astrología, de las redes de comunicación y los avances tecnológicos), de 1998 a 2012, nos preparó para que hoy estemos en ésta. Y hoy Neptuno finalmente está en Piscis, su domicilio. Pero el precio de la popularidad y la moda es, precisamente –y como con todo– la banalización, la liviandad, el bastardeo y el oportunismo, que sólo alimentan –no sin argumentos– a sus detractores de siempre. Y un mal astrólogo puede ser más peligroso que un mal analista, porque juega en el terreno de lo inevitable.
Policano reniega de la astrología fashion: “Yo no puedo ver la astrología como algo cool, para nada, me siento más identificado con el estereotipo de la vieja loca”, asume con humor. Pero Breitman, de la vieja guardia, es positiva sobre esta revitalización trendy. Habiendo dedicado casi una vida a esta disciplina, ve al hecho de que toda esa masa que años atrás desmerecía su profesión hoy se interese por la carta natal como un paso más a un futuro mejor. Amante de esta época, precisamente por este tipo de avances en el nivel espiritual, identifica todavía un largo camino por recorrer: “Yo realmente creo que nos haría muy bien enseñar astrología en las escuelas. Hoy en día, hacer pie en uno mismo es muy difícil, y sirve como herramienta para conocerse y aceptarse, para vincularse y también para asumir que todos tenemos ritmos de despliegue distintos. Todo el pensamiento cíclico de la astrología tiene algo de respeto por los procesos”.
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