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Jueves, 16 de octubre de 2003

ANDREW WEISS, PRODUCTOR Y MANOS MAGICAS

Tiene sentido

El responsable del sonido envolvente de Ween, Café Tacuba y Babasónicos estuvo trabajando en Buenos Aires. Antes de irse a su casa de Nueva Jersey, trató de explicar por qué hace lo que hace y le va tan bien.

 Por Pablo Plotkin

Andrew Weiss y su tranco gracioso van por una calle Corrientes soleada y vertiginosa. Aunque faltan un par de horas para que vuele de regreso a Nueva Jersey –donde habita una casa en el bosque–, esta especie de Pie Grande del rock psicotrópico se toma las cosas con calma. Ex bajista de la Rollins Band, colaborador de Butthole Surfers y Yoko Ono, productor estable de Ween y Babasónicos (también co-productor en tres canciones de Cuatro caminos, de Café Tacuba), Weiss estuvo dos semanas en Buenos Aires trabajando sobre el sucesor de Jessico. “Es una evolución, más que un cambio radical”, analiza el gringo. “Es más... Es menos... Puf, cómo lo digo... Es más focalizado. Son mejores haciendo lo que hacen, llegan de un modo más directo a donde quieren llegar. ¿Tiene algún sentido lo que estoy diciendo?”
En una habitación de hotel ventilada, Weiss se rasca unos rulos tan espesos como los de Carca y sonríe. Se diría que no fue tocado con el don de la palabra, pero su sensibilidad sonora lo llevó a formar parte de algunos de los proyectos más surrealistas del rock alternativo y, en los últimos años, también de la nueva (y mejor) música latinoamericana. En estos días mete mano en el disco de los mexicanos Liquids (banda acompañante de Joselo Rangel, de Tacuba), mientras espera que sus socios Dean y Gene Ween terminen de componer un nuevo álbum. “Todos los artistas con los que trabajo tienen integridad”, se ufana Weiss. “Todos parecen estar haciendo lo que hacen por la razón correcta: el amor. La plata está buena, pero no creo que sea la fuerza rectora de estos proyectos. Cuando esta gente hace discos, no está pensando en lo que todos quieren escuchar. Y yo tampoco. No intentamos que sea popular.” Quizás Dargelos no firmaría al pie de esa sentencia de antimasividad, pero sí acordaría con la siguiente definición: “Me interesa que las bandas sean singulares. Eso me atrajo de Babasónicos y Café Tacuba. La originalidad”.
En los ‘80, antes de convertirse en músico profesional, Andrew trabajaba en una disquería de Nueva Jersey que vendía entradas para shows. Era el tiempo en que los sistemas de venta empezaban a informatizarse, y el joven Weiss y sus compañeros se reservaban las primeras localidades para cuanto espectáculo rockero pasara por ahí. “Ibamos a ver todo, y siempre con las mejores ubicaciones. Vivo justo entre Nueva York y Filadelfia, así que todas las bandas pasan por mi zona.” De esa época, los Butthole Surfers fueron los que más le impresionaron. “En su esplendor, a mediados de los ‘80, no había nada mejor que eso. Eran increíbles, shows sobrecargados de sensaciones. Esos dos bateristas que tocaban como poniéndose de pie, montones de humo, luces y películas porno... Y la música era muy psicodélica.” Años más tarde, Weiss grabó algunos bajos para ellos, pero entonces las emociones fuertes estaban en otra parte. “Ahora los mejores son los Boredoms, de Japón. Son increíbles.”
Retirado en el bosque, Weiss reparte el tiempo entre la composición de música para televisión por cable y la producción de discos “singulares”. Reconoce que, de haber sabido cuán popular era Café Tacuba en el continente, se habría “asustado un poco”. Sobre las sesiones de grabación de Ween –ese dúo sarcástico y alucinógeno de Pasadena–, Andrew dice que, luego de tantos años de sociedad artística, las cosas “salen muy fácil”.
“Solíamos grabar sus discos en mi casa, o en casa de ellos, o en la casa de alguien. No necesitamos discutir mucho ni explicarnos nada. Nos inspiramos en las mismas cosas, me parece.”

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