Dulces y melancólicos
BARBARA MORGENSTERN Y MAXIMILIAN HECKER EN BUENOS AIRES
POR PABLO PLOTKIN
Berlín no es una ciudad propensa a la nostalgia: el pasado es una dimensión sujeta a la examinación (su idealización acarrea demasiadas connotaciones políticas). Entre los brotes de una reedificación compulsiva, algunos berlineses se llevan mejor con la melancolía del presente, la sensación de “cómo hago para retener este dolor tan hermoso”. Tal la poética de Maximilian Hecker, alemán de 25 años que reparte sus horas entre el modelaje y la composición de canciones de amor.
Maximilian tiene dos posters de Kate Moss en su departamento. Cuando tuvo que titular una de las canciones más tristes de Rose, su segundo disco –la canción la había escrito en una habitación de hotel de Barcelona–, se detuvo en los rasgos escuálidos de Kate y la bautizó en su nombre (“la sección de cuerdas suena como su pelo”). Hecker absorbe el modelo del rock anglo explícitamente sufrido de los ‘90 (el primer Radiohead, el primer The Verve, Elliot Smith, Magnetic Fields) y eleva el drama a niveles de cabaret de entreguerra, convirtiéndose en una especie de Vincent Gallo del barrio Mitte o en un Beck monocorde que no se decide a tomarse del todo en joda el papel de perdedor. Sus melodías y versos lacrimógenos –que incluyen espacios de intimidad doméstica y arrebatos de un dolor insaciablemente épico– parecen honrar la hipótesis existencial de Maximilian: “La felicidad y el sufrimiento son sensaciones demasiado cercanas entre sí”.
También berlinesa, Barbara Morgenstern compone a base de programaciones, no de guitarras. En la segunda parte de los ‘90 se fogueó en el movimiento Wohnzim- mer (dormitorio), jóvenes alemanes que tocaban con playback en departamentos particulares adheridos al circuito. Su tercer disco, Nichts muss (editado por el sello Monika Enterprise), podría definirse como obra de “canción electrónica compleja”. Compleja porque, a diferencia de las estructuras de acordes de Hecker, la colorada despega con los ritmos sincopados, bases que a veces sólo titilan detrás de su voz (comparable a la de la yanqui Kristin Hersh, ex Throwing Muses) y después se adueñan de la canción para transformarla, disolverla o extinguirse en el loop. Barbara estaría más directamente conectada con lo que el imaginario asocia al “sonido alemán” (kraut rock, tecno inteligente, minimalismo), pero las melodías de voz responden a patrones universales de balada-de-corazón-herido. Si Hecker se desvive por retener el instante de dolor, Morgenstern procura volverlo más leve con una perspectiva de futuro. n
Maximilian Hecker y Barbara Morgenstern tocarán mañana a las 21.30 en Niceto (Niceto Vega y Humboldt), en medio de la gira mundial “Nueva Música de Berlín” organizada por el Goethe Institut. Entradas: 10 pesos.