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Jueves, 30 de octubre de 2003

"GHETTOPOLY", UN RECREO GANGSTA

Mala vida

Funciona como el Monopoly, pero con armas, bebidas, y drogas para comerciar. Así es el juego de los pibes (negros) sin calma.

 Por Pablo Plotkin

La caricatura de un negro empuñando una Uzi y una botella de licor de malta; musculosa, bandana, crucifijo, lentes oscuros y un canuto entre los dientes apretados. Parece la versión pulp y rapera de aquellas historietas yanquis de los años ‘50 en que se caricaturizaba a los negros con labios de salchichas y un huesito caníbal atado al pelo mota. El personaje es el logo de Ghettopoly, un juego de mesa que copia la estructura del célebre Monopoly pero que, en lugar de Manhattan, sitúa la acción en los barrios bajos de Nueva York, sobre todo aquellos en que predomina la comunidad afroamericana: Harlem, el Bronx y Long Beach City. “Tenés a todo el barrio adicto a la pasta base. Llevate 50 dólares”, instruye una de las tarjetas.
Creado por David Chang –un taiwanés de 28 años radicado desde hace dos décadas en Pennsylvania–, el juego vendió toda su primera cosecha por Internet y pasó a las vidrieras de los locales en cadena. Pero, al poco tiempo, cuando empezaron a llover quejas y demandas de organizaciones y ciudadanos negros que lo calificaron de racista, varias tiendas lo almacenaron en el sótano. En efecto, el Ghettopoly parodia sin mucho ingenio lúdico la problemática de esos barrios o –más exactamente– las obsesiones del hip hop gangsta. Las fichas están representadas con una metralla, un anillo de cafiolo, una pelota de básquet y una hoja de marihuana. Así, el juego de la (mala) vida consiste en comprar propiedades robadas, regentear putas, hacer deals de crack y conseguir autos de asalto, según reseña el sitio oficial (www.ghettopoly.com), diseñado a la manera de esos compilados de cuarteto que se revientan a un par de pesos en las mesas de oferta de Constitución.
El gangsta rap y gente como Nelly –que acaba de lanzar la bebida energizante Pimp Juice (Jugo de Cafishio)– se saben de memoria esta clase de marketinización de los bajos fondos. Pero, como señala Carl Mack, activista de una organización defensora de derechos de los afroamericanos, el hip hop contiene la cultura y “la experiencia completa” detrás del gesto de violencia. La invención de Chang, en cambio, se inscribiría en una tradición de cierta “White America” que se apropia de rasgos de la negritud para ridiculizarlos y reírse de tanta elastina y conflictos sociales. Todo lo contrario a lo que hace Eminem, o sea.

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