RIVER PHOENIX, 30/10/93
Niño bomba
Antes que actor, pasó a la categoría de ícono generacional X. Rastros de una vida difícil.
POR E.P.
River Phoenix no era tan famoso ni había ganado ningún premio importante (apenas una nominación al Oscar), ni siquiera había protagonizado alguna película millonaria, cuando se descompuso en el club Viper Room de Los Angeles, el 30 de octubre de 1993, hace hoy diez años. Esa noche en el por entonces club de moda, ubicado en Sunset Boulevard, estaba junto a su novia Samantha Mathis, su hermano Joaquin (años después actor de suceso, por ejemplo como el malvado joven emperador de Gladiador), algunos Red Hot Chili Peppers y otros Butthole Surfers. Cerca de medianoche se descompuso. Había tomado speedball, una mezcla de cocaína y heroína que resultó fatal. Murió en las primeras horas del 31 de octubre, tenía 23 años y no era una superestrella del tamaño que luego llegaron a ostentar sus congéneres Keanu Reeves, Leonardo DiCaprio o Tobey Maguire. Pero su mirada de niño adulto fuera de tiempo y lugar –que se insistió e insiste en relacionar con la de James Dean– dejó su huella en el cine y en la cultura juvenil de los últimos años del siglo XX. Repasemos: Cuenta conmigo, La costa mosquito, Indiana Jones y la última cruzada, Espías sin rostro, pero sobre todo Mi mundo privado, dan cuenta de aquella mirada, de una expresión entre distante y ausente para un mundo que no le quedaba bien. Señales de ánimo generacional que todavía hoy, diez años después, siguen reclamando atención desde una pantalla, grande o chica. Pero siempre fría.