CONVIVIR CON VIRUS
Convivir con virus
› Por Marta Dillon
A simple vista puede parecer desmesurado. Aparecían en el informe de tránsito de uno de los canales de noticias: treinta personas cortaban la 9 de Julio frente al Ministerio de Salud. La acumulación de autos llegaba al Obelisco, ellos apenas eran suficientes para bloquear la mano de la avenida que va hacia el sur. Una cantidad de personas que no justifica una foto publicable, según el criterio de la mayoría de los diarios, y que apenas interesó a Crónica TV que repitió más de una vez que allí estaban los “enfermos de sida” reclamando por sus tratamientos. Cuando ocupé mi lugar en la fila de manifestantes supe que había muchas más personas en la farmacia del ministerio, a metros de donde se cortaba la calle. No se puede perder el turno porque con él se diluye la posibilidad de llevarse medicación, en algunos casos para pocos días. Y además hay que aprovechar el boleto. Esa mujer, por ejemplo, que anda llevando su panza de siete meses como un estandarte, viene de Villa Fiorito. Espera mellizos y ya tuvo que interrumpir una vez el tratamiento. Por suerte alguien a quien conoció haciendo la cola del ministerio, le dio de sus pastillas para que pueda ahuyentar los monstruos que no la dejan dormir por la noche. Es obvio decir que el riesgo que ella corre lo corren también los hijos que van a nacer. A esta altura, para ella, ir al ministerio se parece bastante a jugar a la ruleta rusa. Sólo que no es la suerte lo que puede salvarla, en todo caso la voluntad política, el presupuesto nacional, la conciencia de quienes tienen que proveer la salud. El corte empezó a las 11 de la mañana, fue el viernes pasado, el tercero en que la Red de personas viviendo con vih se instala allí para reclamar lo mismo que se reclama desde hace cuatro años, sólo que ahora el agua que rodeaba el cuello llegó a la boca, se cuela por los oídos, no deja respirar. Son muchos más los que están en la farmacia, me decían, porque no todos tienen ganas de pararse ahí, a recibir los insultos de los automovilistas mientras intentan taparse la cara con barbijos para que la tele no delate lo que ellos no quieren contar. A las dos de la tarde bajó un empleado que no quiso dar el nombre ni tampoco acercarse a hablar con la gente. Alguien me susurra en el oído que en realidad tiene miedo que le tiren sangre, que la venganza sea tremenda. No puede ser, le digo, pero esta persona insiste. Te juro, me dice, me lo dijo una mina que trabaja en el quinto piso. El mismo que la Red tomó el viernes anterior creando momentos de suma tensión, como diría Crónica. El empleado traía un comunicado de prensa sin firma, decía que la entrega de medicación se estaba efectuando de acuerdo con la norma no sé cuánto y con lo acordado el viernes anterior. En la farmacia la gente no opina lo mismo. Algunos se llevan algo, pero tendrán que volver antes de una semana, con todo lo que eso significa en tiempo y en dinero. ¿Qué más se puede decir? El viernes que viene, mañana, sobre la avenida 9 de Julio a la altura de Moreno, el tránsito se va a cortar otra vez.