Jue 20.02.2003
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CONVIVIR CON VIRUS

convivir con virus

› Por Marta Dillon

Hasta no hace demasiado tiempo tenía la fantasía de ser la directora de un hogar que albergue a niños huérfanos, los haga jugar como si fueran felices, y sea una casa como cualquier otra, con manteles en la mesa y plantas en las ventanas. Una fantasía al estilo “Chiquititas”, hay que decirlo a riesgo de parecer un poco tonta. Supongo que era una manera de reparar la falta que me hizo mi mamá desaparecida mientras fui una niña. Después me di cuenta de que mi vida iría por otros carriles, que me falta paciencia y me sobran ganas de andar por ahí y no se puede dejar a los chicos solos tanto tiempo. En todo eso pensé cuando me llamó Raquel, hace poco, para pedirme por favor un contacto con alguna ONG, fundación o lo que fuera que se hiciera cargo de los chicos que han quedado huérfanos porque sus padres murieron de sida. Raquel organiza talleres literarios en hogares e institutos de menores y en uno de estos últimos la conoció a ella, pongámosle Malena, por decir cualquier nombre. Malena tiene 13, su papá y su mamá murieron de sida hace dos o tres años y ella quedó así, a la deriva. Sobrevivió en la calle, con algún abuelo o abuela tal vez, enojada seguramente con su desamparo, o sencillamente desamparada. En algún momento consumió drogas, no sé cuáles, qué importa. En algún momento llegó al Instituto en el que está encerrada y ahora están a punto de internarla en una comunidad terapéutica para adictos. Pero el problema de Malena no son las drogas, de hecho en el instituto no las consume y nada grave le sucede. El problema de Malena es ese desamparo, ése no lugar en que quedó cuando murieron sus padres, no poder indagar sobre por qué tendrá la nariz así o por qué le gusta tanto el chocolate. Raquel, su profesora en ese taller en el que se tejen sogas de palabras para que trepen las fantasías, lo sabe bien, porque ella también es huérfana y sabe de qué se trata ese silencio para tantas preguntas. Por eso está en busca de alguien que pueda acompañar a Malena, alguien que la visite si es que no puede zafar de su destino en la comunidad, que pregunte por ella, le haga saber que no es la única que está en esa situación y que cuando se encuentra a alguien que entiende de que se trata tu dolor todo es más fácil.

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