¿Se termina el modelo del músico flaco, desgarbado y más sensible al alcohol y las drogas que a los encantos de la pizza rellena o los ñoquis con salsa cuatro quesos? La crítica a la delgadez rockera es la clave de los Pésame Mucho, la banda sensación del circuito de los restaurantes de tenedor libre. Su álbum debut (La barriga es el espejo del alma, 2003) ya anunciaba una inclinación metafísica por las supremas de pollo, los alfajores y las medialunas; pero su nuevo disco, Reviente & excesos, los catapulta al olimpo del “rock obeso”: “Nos encanta excedernos y reventar... pero con chorizo colorado, papas fritas y panqueques bien regados con dulce de leche”, afirma el bajista y manager, Le Chón.

Pésame Mucho reconoce influencias de artistas como Los Chanchos, Panza, Divididos (antes de que Mollo adelgazara), Asado Violento, Vicentico, Seru Giran (el disco Grasa de las capitales) y Pink Floyd (en la época que usaban un chancho gigante en sus shows). Y sus canciones pueden ser superficiales, como Rock del pedazo (de tarta) y La balada del cantimpalo, pero también polémicas, como Vigilante con crema pastelera, que rescata la dulzura desconocida de algunos policías, o Mejor háganlos fritos, que repudia el lanzamiento de huevos durante escraches.

Enemigos del “rock light” (esos caretas que se las dan de rockeros, pero se matan con ensaladitas, lácteos descremados y jugos frutales”), los Pésame Mucho aclaran que el nombre de la banda “es un desafío a la dictadura de las balanzas”. Y cuentan: “Muchos creen que el nombre alude a ‘dar el pésame’, y nos invitan a tocar con grupos como Todos Tus Muertos, The Cadáveres, Sepelio Kotidiano, Los Finados o Don Ataúd. Pero la única banda mortuoria que nos gusta es Fiambre”, bromean, mientras atacan un paquete grasiento con 200 gramos de paleta, 150 de salame y 100 de salchichón primavera.

* Cualquier semejanza con la realidad deberá ser atribuida a los designios fatales del destino.