A la globalización se debe la figura del músico-ciudadano-del-mundo; políglota, viajero y fundamentalista de la fusión de híbridos, ritmos, idiomas, experiencias y negocios. Narco Polo, la nueva sensación de esa escena, dice tener lazos “en más países que el narcotráfico”, haber recorrido “más ciudades que Marley”, tener “más souvenirs que Manu Chao” y conocer “más aeropuertos que Osama bin Laden”. Su biografía conmueve: de madre guaraní y padre esquimal; Narco nació en Camerún, se crió en Siberia, pasó su adolescencia en Nueva York y Beirut, vivió en Medellín y Corea del Norte, se radicó en París y actualmente reside en Los Polvorines, provincia de Buenos Aires. “Me siento ciento por ciento argentino”, asegura, con un sospechoso acento de Barrio Norte, el muchacho cuyo flamante álbum Próssima playstation: Esperanto ya es furor mundial.

Sus canciones mezclan palabras en francés, inglés, castellano, quichua, eslovaco, armenio, wichi, mandarín, zulú, letón, latín y jerigonza; lo que trae problemas para entender sus letras. Su hit I like to engramparme tutti les nahueles do Amazonas, puede intuirse como una oda a la zoofilia, sobre todo a partir del revelador quinto verso: “Tiger, mon amour, c’mon que te emperno”. Pero otras canciones resultan arduas para la comprensión, como Bwana parla mapuche, cuya letra es francamente imposible: “Zkehg mandanga chapultepec/ bundes Tokio garompa bistec”, dice el pegadizo estribillo; mientras el coro femenino, pícaro, responde: “Huinca kief Jerusalén/ jkheegfjd vodka minho ojet/ ¿mozzarella? Oui monsieur”.

La prensa ha definido a Narco Polo de muchos modos: chanta, vivillo, ladri, sanatero, vendehumo, canalla. Pero cuando empieza a sonar su guitarrita y su random multiétnico, cualquier crítico se rinde a sus encantos. Como él mismo lo ha dicho: “Sayonara dolobu mnwbekeke music”.

* Cualquier similitud con la realidad, téngase en cuenta a la hora de ir a las urnas.