LA BANDA QUE NUNCA VAS A ESCUCHAR › HOY
› Por Javier Aguirre
La federalización del rock argentino ha llegado tan lejos que los grandes centros urbanos del país (Buenos Aires, Rosario, La Plata, Córdoba, El Calafate) ya no son la cuna de las “próximas grandes cosas”, ni de los “secretos mejor guardados”, ni de las “nuevas mentiras infladas por la prensa”. Ahora la Argentina se descentralizó; cada rincón del país tiene su particular escena rockera, cada caserío tiene su propio megafestival de cinco veladas sponsoreado por una empresa de telefonía celular, y cada rancho recóndito es un club hiperconcurrido donde el under local regurgita música. Algo así ocurrió en El Vinchucazo, una antigua pulpería devenida en pub (“Pubpería”, dice, pícaro, el cartel de la puerta) que funciona desde 1792 en el pequeño pueblito de Recluta Pérez, en pleno desierto de Santiago del Estero. “Claro, allá por el año 1800 era otra onda; y no tocaban bandas de rock sino de otro palo”, aclara un anciano parroquiano reclutaperecino que jura que, en ese mismo escenario, vio tocar a artistas clave del rock santiagueño del siglo XIX, como Polvorientos, S.I.E.S.T.A. y Todos Tus Juárez.
Y fue allí donde nació la banda que hoy conmueve a la mitad norte de la Argentina, Santiago del Esteroide, quinteto de folk acústico que hace alarde de conocimientos sobre química. Así lo prueba su hit Catamalcaloide, una oda al uso farmacológico que se dan a algunos yuyos autóctonos en la provincia de Catamarca, con un polémico estribillo que repite “¡Ca-ta-merca; Ca-ta-merca!”, y cuyo frenético clip (que muestra a los cinco muchachos durmiendo a la sombra de un quebracho durante toda la canción) ya hace rato rota en los canales de videos del Cono Sur, próximo a estrenarse en Telesur. A pesar de las reducidas dimensiones de El Vinchucazo —sólo entran 5200 personas sentadas, por la restrictiva política de habilitación de boliches que rige en Santiago del Estero—, la banda se ha asegurado un grupo de fieles seguidores, a tal punto que su álbum debut Pereza activa agotó su tirada de 3 mil copias en CD-R la misma noche que apareció. Aunque algunos aseguran que los discos no fueron vendidos sino que el rastrojero que los transportaba fue asaltado por piratas del asfalto novatos, que se clavaron con un botín no deseado, pero, eso sí, muy rockero.
* Cualquier parecido con la realidad afectará severamente la autoestima de este suplemento.
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