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Jueves, 22 de marzo de 2007

LA BANDA QUE NUNCA VAS A ESCUCHAR

Hoy: Códice Subfluvial, rock complicado *

 Por Javier Aguirre

“Códice Subfluvial logra que las letras de Spinetta o Los Redondos parezcan El elefante trompita”, dice, filosa, la edición paraguaya de la revista Rolling Stone. En realidad, a lo largo de la historia del rock –y de otras formas de arte– abundan los ejemplos de quienes sostienen que “críptico”, “retorcido” e “incomprensible” son necesariamente sinónimos de “bueno”, “prestigioso” y “disfrutable”. Pero nadie había llevado las cosas tan al extremo como los Códice Subfluvial, quinteto de tecno-rock-freak progresivo oriundo de San Miguel cuyas canciones son tan complejas que su club de fans reparte, en los shows, un manual de instrucciones sobre qué significan y cómo escucharlas. “No está bueno explicar las canciones, porque develás el enigma y corroés el misticismo”, observa, crítico con sus propios seguidores, el cantante de los Códice Subfluvial, conocido como Xigü Chlöé (aunque, según su documento, se llama José Fernández).

Su áspero álbum debut, Ontohermenéutica subcutánea del Protools pluscuamhackeado (2006), dividió a la prensa especializada entre quienes los consideran “imbéciles, pretenciosos e inentendibles”, y quienes los definen como “ambiciosos, profundos e inentendibles”.

Aunque los Códice Subfluvial descreen del rock con letras surrealistas –”son sanateadas propias de quienes no saben gramática”, dispara el bajista Ñuköh Oriente-Bowie (Roberto Pezzotti, en su DNI)–, sus canciones suelen generar verdaderos desafíos a la comprensión. De hecho, durante su resonante presentación en el festival Berazategui Rock, seguidores de otros grupos, al escucharlos, creyeron que se trataba de una banda nativa del Barrio Coreano del Bajo Flores. Ante tanta polémica, no es casual que su hit sea la baguala dark Lagañarragia psicosomática, cuyo estribillo, desafiante, repite: “¡De vibriones me atosigo!,/ ¡Sinécdoques, a la pira!/ Si no entendés lo que digo,/ agarrá esta tararira”.

* Cualquier similitud con la realidad, es otra consecuencia del derretimiento de los casquetes polares. ¡Aguante Kyoto!

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