Jue 19.04.2007
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LA BANDA QUE NUNCA VAS A ESCUCHAR

Abbasónicos, tributo sueco a Babasónicos *

› Por Javier Aguirre

La admiración que los artistas del rock argentino generan en músicos y públicos de otros países sorprende día a día, como bien lo prueban los premios Oscar ganados por Gustavo Santaolalla, la gira por Rusia que hicieron Tren Loco y La Torre, o la experiencia de Erica García en Los Angeles. Sin embargo, desde la fría Suecia, llega la prueba más contundente de que la Argentina y su música son, cada vez más, un faro que guía a los rockers del mundo: se trata de Abbasónicos, banda integrada por dos muchachos y dos chicas, que con los arreglos vocales típicos de la tradición del pop escandinavo —que diera grandes nombres como ABBA, A-Ha, Roxette, Europe o Nokia— tributan a Babasónicos sin sonrojarse. Aunque es justo decir que, con el frío que hace en Suecia, sonrojarse siempre es difícil.

El gran éxito popular que los Abbasónicos cosecharon en las villas de emergencia de Oslo, Helsinki, Estocolmo y Copenhague se debe, en parte, a su eficaz adaptación de la obra de Babasónicos, ya que los jóvenes nórdicos son más afines a la lírica de ABBA que a la de Adrián Dárgelos. Por eso convierten Los calientes en Los congelados; mezclan el hit de Infame, Putita, con el clásico de ABBA Chiquitita; transforman Yegua en Mamma mia; relocalizan la canción Once en Sbörglundt, un suburbio de Estocolmo que, según dicen, “es muy parecido a Plaza Miserere, aunque con mucha más nieve y gente rubia que mide 1,97 de estatura promedio”. O, fieles a la idiosincrasia hiperrespetuosa y prolija de la juventud escandinava, traducen a los hits Desfachatados e Irresponsables como Atildados y Muy responsables.

Abbasónicos acaba de editar su álbum debut (disponible para download en el sitio www.kjhgاïüüëvh/abbasonicos.sv), que se llama Botniaádromo; y es un homenaje al tercer álbum babasónico, Dopádromo, ya que el prefijo “botniaá” significa, en el lunfardo de los barrios carenciados nórdicos, “dopaje”, “toxina”, o “producto químico”.

* Cualquier parecido con la realidad es consecuencia de la emisión de gases contra la que tanto luchan Al Gore y sus amigos de Kyoto.

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