LA BANDA QUE NUNCA VAS A ESCUCHAR
› Por Javier Aguirre
Luis Alberto Spinetta es uno de los grandes referentes del rock argentino; y paradójicamente, aunque su estilo compositivo es único e inimitable, en numerosas ocasiones ha sido imitado (o al menos, “homenajeado”, con todas las comillas del caso). Por suerte, ninguno de todos aquellos músicos del rock local que se animaron a adentrarse en el universo spinetteano lo hicieron con el desenfado, el mal gusto y el colesterol alto que ha demostrado tener el sexteto Chorizo Sangrando.
Desde su grasiento debut Muchacha ojos de provoleta, de 2006, esta banda santafesina ha convertido la jungla spinetteana en maleza de parripollo, al trasladar la intrincada herencia poética del Flaco a una temática basada en chinchulines y vaciopanes. El nombre mismo de la banda apunta a la cultura del asado, según revela el bajista Al Mendra, ya que “no tiene nada que ver con el clásico Durazno sangrando, de Luis, sino con ese efecto que se produce cuando en una parrilla pinchás un chorizo aún crudo”.
La crítica musical ha sido dura con los Chorizo Sangrando. La edición rosarina de la revista Billboard los definió como “un engendro pretencioso y sacrílego de carne quemada, arrebatada e indigerible”, cita que aparece en la página web oficial del grupo, ya que esa reseña significó la primera vez que la prensa se refería a ellos sin el uso de palabras como “ladrones”, “soretes” o “hijos de mil putas”. Sin embargo, el público empieza a valorarlos, y hoy ya son la banda de sonido favorita de todas las parrillas al paso de la provincia de Santa Fe, un circuito inexpugnable para el rock en el que ni el propio Flaco pudo hacer pie. En esas mesadas engrasadas, llenas de migas y piolines de salchichas parrilleras, ya son verdaderos hits canciones de Chorizo Sangrando como Téster de morcilla, Plegaria para un parrillero dormido, Pelusón of morcipán, Artaud con chimichurri o La tripa gorda del Capitán Beto.
El sueño fundacional de la banda, admite el guitarrista Efraín Visible, es que el mismísimo Spinetta escuche alguna vez sus canciones. “O al menos que se coma una entrañita a punto con nosotros”, agrega, mientras su ropa emana olor a humo y grasa de chancho.
* Cualquier parecido con la realidad, será tomado como un hecho sin precedentes que acaso amerite una reforma constitucional.
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