Las distintas sustancias químicas que integran la farmacología favorita del rock han sido, son –¿y serán?– musa inspiradora para centenares de artistas. El fenómeno ha producido notables manifestaciones, como la de cantarle a “ella” con la suficiente ambigüedad como para que “ella” parezca al mismo tiempo una señorita o, en realidad, el contenido de un raviol de merca. Ese recurso es la piedra (¡ups!) fundamental de la obra de Baño Químico, el quinteto de rock psicodélico de Floresta, tan desaforadamente drogones que hacen ver a Andy Chango como el jerarca más careta de la División Antinarcóticos. Su verborrágico cantante, Jeringa Martínez, le asegura al NO que “no es tan fácil hablar con las mismas palabras de una chica y de una droga, porque hay que ser bien impreciso al adjetivar; ya que es obvio que si decís ‘tetona’ no estás hablando de la marihuana; y si decís ‘meada por el dealer’ no estás hablando de tu novia”.

Jeringa lleva seis meses sin dormir y es una –algo averiada– máquina de hablar, pero su cualidad compositiva se luce en el álbum debut de Baño Químico, Saques y secas (2007), definido por la prensa especializada de Floresta como “rock pegadizo y pegador”. Sus canciones han sido desmenuzadas tanto en blogs holandeses como en el programa de Chiche Gelblung, quien habría tentado el bajista de la banda, Peyote Guglielmi, para que oficie de “drogón estable” de su panel.

La obra de Baño Químico, era de esperar, ha generado polémica. Y a pesar de que la banda apenas tiene meses de carrera, ya logró su primer hit. Se trata del rock stone Partusa con Coca, María y Pepa, que no narra los pormenores de ninguna fiesta sexual sino una experiencia nocturna de Jeringa con un trío más que estimulante. Su estribillo hipnótico y embriagador repite: “Coca me pone duro,/ Pepa me da introspección/ y a María yo le pito la puntita con amor”. Evidentemente, el tema fue compuesto en una noche de poco prejuicio y mucha química.

* Cualquier parecido con la realidad es un mal viaje.