La edición de producciones musicales (en estos casos nuevamente generados por sellos chicos o independientes) contradice aquella perversa premisa periodística que reza “Good news/no news”. El 2004 nos dejó buenos discos, sin fecha de vencimiento y todavía fresquitos para escuchar en el 2005. La estrategia de los árboles de Esteban Castell ([email protected]) pasó totalmente desapercibido y lo mismo pasó con su viaje a Noruega. Quizás ésa era la idea. Fascinado con la Inteligencia de los flores de Maurice Mae-terlinck, el gran Castell (más de 1,90 m) hizo, solo con su guitarra y en vivo, su mejor disco: siete canciones grabadas en vivo, con instrumentales a lo Nick Drake, lirismo spinetteano y estética taoísta.

En otro extremo, Dancing Mood ([email protected]) es el mejor exponente de lo que se puede lograr cultivando con pasión y alegría un género. Lo de Hugo Lobo, dirigiendo, arreglando, produciendo y tocando la trompeta y el flugelhorn es a la vez exquisito y accesible. Dancing Mood es jazz bailable, con sabor argentino y aroma jamaiquino. Y viceversa. Por su parte, Marcelo Montolivo, al mando de Medusa, logró demostrar con A dos pasos del cielo una categoría como productor artístico que sienta un precedente. Partiendo de la premisa de que el pop puede ser algo sofisticado, experimental y cantable, construyó, con paciencia e impecable sentido estético (en los créditos figura Daniel Melero en “mastering” y “diálogo artístico”) un disco de pop a lo Suede en el que las canciones conjugan dos extremos sonoros casi irreconciliables: su furiosa actitud punk para tocar la guitarra y las sutiles orquestaciones parecen provenir de dos galaxias distintas. De eso se trata el arte, Mr. Montolivo. S.R.U.

Discos a: Suplemento No. Belgrano 673. // E-mail: [email protected]