Jueves, 5 de mayo de 2005 | Hoy
CUCHá, CUCHá › DISCOS PARA ESCUCHAR, DISCOS PARA QUEMAR, DISCOS PARA SCRATCHAR.
Por Santiago Rial Ungaro
Aunque sea difícil de descifrar, las letras rojas forman la palabra Folklore, nombre del séptimo disco de Pez. Al trío estable de los últimos años (Franco en bata, Fósforo en bajo y Minimal en guitarra) se le suman los aportes de dos tecladistas: Leopoldo Linares en piano eléctrico y Ernesto Romeo (de Klauss), cuyos sintetizadores, órganos y mellotrones han ayudado a “licuar” el sonido del grupo. Si en sus primeros cuatro discos Pez parecía un anfibio mutante y rioplatense, las exploraciones del ahora quinteto le han dado la fosforescencia propia de los seres de las profundidades oceánicas. Enriquecido por algunas letras de Fabián Casas, este trabajo rescata la idea atemporal de que un disco puede transportar, sumergir y/o elevar. Eso habla del respeto que se tiene el grupo y se hace extensivo hacia su público. Y exige lo mismo.
“¡Un hombre no debería cantar cosas así!”, declaró en 1959 la gran Edith Piaf, escandalizada por el (sublime) patetismo del Ne me quite pas de Jacques Brel. Con esta cita, Gabo (ex cantante de Porco) sugiere el contenido de Canciones que un hombre no debería cantar, un disco documental grabado en vivo a principios de este año. La voz de Gabo es un como cristal raro y por ello mismo precioso; a cada escucha percibimos en ella nuevos matices. Más histórico y menos histérico que en Porco, Gabo canta canciones tan femeninas que sólo un hombre como él podía cantarlas.
Y así sucesivamente es un disco de Balerio, que no es el proyecto del ex arquero de Boca sino el proyecto de Alberto Ibarguren y Francisco Simon Pandres. Claramente influenciados por Spinetta, los Balerio sólo pretenden multiplicar sueños y cuidar la pequeña flor que encontraron en su pequeño planeta. Que así sea.
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