¿Cómo resistir que pase el tiempo sin que AC/DC venga al país?... una solución argentina sería escuchar a MAD. Seguí la flecha se llama el tercero y flamante disco de este quinteto crudo, clásico y visceral, que rescata la herencia rocanrrolera de los australianos y la traduce a términos criollos. Musicalmente son émulos indiscutibles –escuchar Siguen golpeando, Humedecido o El postre– y la voz chillona del cafetero Tomy Casparri no hace más que acentuar el culto, pero hay una esencia con olor a barrio pobre, una cosa clasista y dispersa que personaliza al grupo. Sus historias –simples también– hablan de bares, piqueteros, ratis, whisky, culos, putas, tríos y frígidas. “Hace cuánto que no hay/ en tu olla una corvina/ hace cuanto que no hay/ en tu mesa un Torgelón/ si querés te hago el favor”. Líricos, los pibes. ([email protected]).

Otros del riñón aicidiciano. Cuenta una pequeña leyenda que Nagual nació en el sótano de una pizzería de Mataderos haciendo covers de Bon Scott and company y que evolucionaron así. Pero ahora editaron el primer disco -homónimo– y se registran pocos vestigios de ese origen. Ciriaco Viera canta más bien como Enrique Bunbury y los temas nunca alcanzan los decibeles requeridos. ¿Qué rescatar?: los melodiosos solos de guitarra de Ezequiel Bacigalupo en Sueños de papel o Mi sitio, la sutil percusión que brota de El negro, la convicción de rescatar al Che a contramano de modas y remeras (“Cuando el comandante y su estrella roja me llamen/ podrán contar conmigo y con mi sangre”). Y un temazo llamado Mis aliados. ([email protected])

Nada hay de novedoso en La música es la mejor arma, disco debut de Plan 4. El plan de los ex Raíz es genéricamente new metal del más pesado: a veces se caen hacia Sepultura, otras ligan con Nativo, pero siempre transpiran la camiseta... guitarras muy distorsionadas, voces desencajadas y profesionalismo. Lo que hacen lo hacen bien, y punto. ([email protected])