En el fútbol nada parece excesivo; así que, por cuestiones de estricta seguridad, las identidades de los protagonistas serán cambiadas, sino omitidas; así como las precisiones del episodio serán deliberadamente imprecisas (cualquiera que sufre el fútbol casi tanto como lo disfruta sabrá entender). El propietario de un equipo de Quinta División –llamémoslo AA– fue acusado de hacer trampas; más concretamente, de apelar a fraudes y a maniobras ilícitas para aumentar el patrimonio del club y conseguir mejores resultados. Descubierta la ristra de tongos, las autoridades deportivas resolvieron suspender al equipo. En respuesta a la condena, el tramposo en cuestión individualizó a uno de los jueces –llamémoslo BB– y lo amenazó de muerte a través de la expresión “Te voy a ir a buscar a tu casa, para cagarte a tiros hasta que mees sangre, hijo de puta”. La inequívoca intimidación llegó por la misma vía por la que hoy llegan tantas otras porquerías: por e-mail. Es momento de aclarar que este cuadro violento no transcurre en el marco de un feroz campeonato de fútbol hiperprofesional, tampoco de un sórdido torneo suburbano de pasiones zarpadas. Es un torneo de fútbol virtual, un videogame on-line en el que miles de argentinos compiten sin más exigencias que manejar el mouse. El amenazado funcionario BB, acaso razonando que la vocación de impartir justicia en la División Argentina de la Liga Mundial de Nicknames no vale tanto como su propia vida, dio un paso al costado y renunció al tribunal de disciplina del juego. El tramposo y amenazador AA, a pesar de la vehemencia sanguinolento-urinaria de sus palabras, no parece ser El Abuelo, Cabeza de Poronga, Manzanita, Di Zeo, Sandokán, He-Man ni ningún otro prestigioso barrabrava del fútbol argentino. Según consta en su formulario de inscripción al juego, AA tiene 12 años.