No protagoniza ningún comercial que se haya visto por aquí; no es uno de los jugadores más famosos del Mundial; todavía no hizo ningún gol en el torneo; y ni siquiera es titular en su equipo, Inglaterra. Pero su camiseta, que lleva el número 19 –¡el mismo que Messi!– tiene todo para ser un artículo de culto, al menos entre los fans de los Beatles y los amantes de los fetiches futboleros bizarros. El muchacho en cuestión es el hábil delantero británico Aaron Lennon; y por si alguien lo dudaba, no comparte el mismo padre célebre que Sean y Julian Lennon. De hecho, es un hombre de “color”. Pero bueno. La casaca mundialista Umbro con el nombre “Lennon” en la espalda está tan buena que –casi– no molesta –tanto– que sea la de los ingleses.

Pero cuidado: aunque su apellido, de sangre azul rockera, lo haga ver simpático; no es para estar tan tranquilos. Si el moreno Aaron llega a hacer un gol o a convertirse en figura, habrá un grave peligro de potenciales chistes bobos, sobre todo con tanto relator de fútbol suelto por Munich, Gersenkirchen, Berlín, Leipzig, Francfort y Herzogenaurach.

“Podrán decir que soy un goleador, pero no soy el único”, se escuchará en TyC Sports.

“Imagina un mundo sin planchazos de defensores”, dirán en Fox Sports.

“Dale una oportunidad a la paz y otra a la gambeta larga”, bromearán en Telefé.

“Con una ayudita de mis amigos los árbitros”, insinuarán con picardía en Canal 13.

“¡¿Qué va a decir Yoko Ono?!”, chicanearán en Canal 9.

“Yo soy la morsa del gol”, se pasarán de vivos en ESPN.

Ojalá que no. Lo cierto es que si hay algún jugador (no argentino) al que este Suplemento alentará durante lo que queda del Mundial, será a Lennon. Pero sólo a él, y nada más que a él. Y a ninguno de sus compañeros.