BIFE ANGOSTO › AGUA(RE)FUERTES
› Por Javier Aguirre
No hace falta laboratorio, ni microscopio; está confirmado que en un solo organismo rockero pueden convivir casi todos los genes del rock. Entro en la sala, que es un garage (¡rock de garage!) cuyas paredes están cubiertas por recortes de revistas: hay fotos de Jerry Garcia (¡rock quemado!), Ziggy Stardust (¡glam rock!), Andrés Calamaro en los días de look dylaniano (¡folk rock!... ¿o rock eléctrico?), Keith Richards (¡rock’n’roll!), Pappo (¡hard rock!), Maradona (¡rock nacional!) y la tapa del disco de los Stone Roses (¡madchester rock!) que remite al pintor Jackson Pollock (¡art rock!). No sobra espacio; el ingreso a la sala exige ondular el cuerpo para esquivar un equipo valvular (¡surf rock!) que obstruye la puerta de acceso (ay... ¡rock cromañón!). Hay cerveza en vasos de plástico blanco (¡punk rock!), un casi protocolar catering ya humeante (¡rock fumón!) que debe olerse desde cualquier rincón del barrio (¡rock barrial!), y un conato de charla sobre Hugo Chávez (¡rock latino!). Todos en la banda tienen alias: el baterista y anfitrión responde al apodo de Capitán (¡rock combativo!). El cantante también tiene mote parabélico, Sargento (¡rock beatle!). Al guitarrista, de cabellos rojos como un repollo colorado, lo llaman, justamente, repollo, pero en inglés: Cabbage (¡brit rock!). Y al bajista, que vino en moto (¡rockabilly!), lo han bautizado Hombre de la Noche (¡rock psicodélico!). Con cierto desdén por la afinación (¡rock low fi!), ya suenan algunas notas mientras los fierros (¡metálico rock!) de la batería terminan de ser acomodados de una vez. Una zapada a oscuras para entrar en calor (¡rock espacial!) degenera en una especie de jam tropical (¡cumbia rock!) que es interrumpido casi con ira por el ala más clásica (¡blues rock!) del grupo: mejor comenzar por otro lado (¡rock alternativo!). Empieza por fin el ensayo y ya no importa más nada (¡rock experimental!); pero en todo trip puede haber un momento de mal viaje. Unos golpes arrítmicos (¡rock cut & paste!) en la puerta de chapa (¡rock industrial!) interrumpen el trance y hay que salir a dar la cara. Un vecino, al mismo tiempo cordial y enojado, pide silencio, que ya son más de las 22 y están “tratando de hacer dormir a la criatura”. Paradoja: la otra criatura, la rockera, recién empezaba a despertarse.
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