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“La Corte Suprema autorizó a los jueces a tomar familiares en sus juzgados: Hacete hermano del juez”, dice la tapa del 6 de marzo de Página/12. “El lunes paro nacional en las privadas y en cuatro provincias en las públicas: Comienzo a medias tintas”, afirma otro de los títulos principales. “Habrá reforma constitucional y primer ministro en Venezuela”, cuenta el tercero en orden de importancia. Es curioso que los temas principales del diario hayan sido la corrupción de la Corte, un paro de docentes y la situación política en Venezuela porque los títulos no son de marzo de 2002, como parece, sino de marzo de 1992. Este diario ya no sería el mismo, al menos los jueves, a partir de entonces: estaba apareciendo el suplemento No, un nombre pensado a partir de una actitud a desarrollar.
El paso del tiempo sí está en las notas de aquel primer número: Andrés Calamaro escribiendo desde Madrid desde una casa pobre en que su gato Tyson pedía comida, Mario Pergolini contando su historia de chico rebelde y contestatario, Rodrigo Fresán reportando el modo en que Gustavo Bazterrica, preso en una causa por drogas, se había sacado encima a un periodista de Nuevediario diciéndole “chupame la pija”, Fabián Vena y Federico Olivera intentando demostrar que eran algo más que dos caras bonitas de la tele, denunciando “una conspiración de idiotas” en el arte, Rep descosiendo sus postales. Las notas de tapa preludiaban el futuro: Fito Páez anunciaba la grabación de El amor después del amor, y adelantaba dos de sus canciones, mientras Charly García se reponía de un verano salvaje. “En serio le pusieron No al suplemento, ¡qué bárbaro!”, exclamó Charly al comenzar la nota. Hoy (ver aparte), sigue sorprendiéndose.
En diez años, muchas cosas se institucionalizan. Otras se jactan de no cambiar, aunque cambien. El No ha cambiado –en diseño, en temas, en redactores, en figuras–, pero intentando dejar en claro una actitud crítica y una libertad de espíritu que la tapa de acá abajo, e incluso la tapa de este número homenaje a los 10 años, parecen subrayar. Sí es una palabra linda. No es una palabra valiente.