"MUNDO DE ACCION", EL NUEVO DISCO
Canciones inestables
Es el momento de ir a los bifes. Francisco Bochatón editó un EP que se llama Mundo de acción y lo primero que se escucha es una banda de rock aplanando el camino con un tropel de guitarras eléctricas. La voz -inconfundible para cualquiera que haya tenido algo que ver con el rock argentino de la última década– anuncia: “No voy a callar mi mal”. Es la historia de un tipo que no encuentra “a nadie que sepa curar”, pero que está en perfectas condiciones de saldar cuentas sentimentales en sus canciones. “Pastillas celestes”, la que cierra el disquito, es pura honestidad brutal. Una confesión de vino y medicamentos, la descripción de una tormenta gris que “se lleva todo”: “Pasa por la puerta y te arrastra a vos/ Me perturbó esta canción/ hace dos horas que estoy llorando/ Voy a llamar”, canta Francisco. Mundo de acción es una especie de adelanto de lo que será un disco largo, ya terminado (se editará en agosto, si todo sigue más o menos en pie), que en un principio se iba a llamar Vida simple. “No lo sé. El título ahora me quedó como un concepto antiguo”, dice el autor.
–Sorprende un poco ese despegue rockero,
bastante triunfal del disco...
–En general es un disco más fuerte que los anteriores, y se dio así por una decisión. La idea era que tuviera más power, que fuera más para adelante. También tiene que ver con la llegada de los nuevos integrantes, Quique (Ilid, batería) y Germán (Novarini, guitarra), que son más rockeros.
–El título, Mundo de acción, parece plantar
cierta actitud: “Bueno es el momento de actuar”.
–Es un poco lo que me pasaba en la época en que lo hice, en julio del año pasado, así que creo que habría sido bueno escucharlo en ese momento. De todas maneras ahora me parece bueno, me suena moderno, aunque no es exactamente la música que estoy componiendo.
–¿De qué se trata lo nuevo?
–Es más autóctono, pero no en el sentido del folklore. Es una música más relajada, con letras que tienen más que ver con cosas que pasan acá, cosas reales. Hablan mucho del amor, de la tierra, de los elementos. Por ahí es una composición más sencilla, pero tiene que ver con parte de la historia del rock nacional. De todas maneras, las canciones salen así, no las analizo mucho.
–Hay una canción bastante explícita, acústica
y confesional: “Pastillas celestes”. ¿Por qué se
diferencia tanto del resto del disco?
–Es como una catarsis. Me dediqué a contar lo que me pasaba en ese momento, así que lo poético quedó en segundo plano. Ese tipo de canciones también me gustan. Es mostrarse de la manera más abierta posible. Igualmente es un estilo que ya no estoy haciendo, eso de ser tan catártico. Pero me resulta lindo cantarla, me hace bien tocarla en vivo.
–¿Por qué se retrasó tanto la salida del disco?
–Porque la mezcla no se podía concretar y cambiaban los precios de la fabricación todos los días. No se podía llegar a un arreglo.
–¿Llegó a cansarte la situación?
–La situación del país me rompe mucho las pelotas. Me genera la misma inestabilidad que a todo el mundo. En este momento estamos viendo si podemos editar el disco en España. Yo no pongo muchas expectativas: hago la música que hago, y los resultados van a ser los que tengan que haber. Pero me parecería bueno expandirse un poco.
–¿Encontrás un hilo conductor definido
en todos tus discos solistas?
–Para mí son bien distintos. En Cazuela había cualquier cosa, canciones con muchos acordes. Es un disco enroscado, y la producción es escasa. Píntame los labios está grabado con una banda, y es un disco netamente romántico. Y Mundo de acción es un disco muy producido, mucho más sencillo, con un sonido más para adelante. “Pastillas celestes” no podría haber estado nunca en Cazuela. Aquél era un disco mucho más rústico.
–Lo que está claro es que las canciones
siempre son más importantes que la producción.
–Yo compongo con la guitarra, y la canción es siempre lo único y lo primero que hago. El trabajo de producción es importante, sobre todo teniendo en cuenta el avance que hubo desde Cazuela –que está producido sólo por mí– hasta Mundo de acción, en el que hay un progreso notable. Y es un progreso que se da no por haber ido a estudiar sino por el solo hecho de hacer discos. Tal vez por eso le doy un valor personal tan grande.
–Hace unos cinco años que estás fuera
de sellos multinacionales. ¿Cómo vivís eso?
–Sí, desde el ‘97. Ya es hora... Estar fuera de ese circuito tiene algunas ventajas, como el hecho de que no hay presiones externas para lo que querés hacer. Pero también hay contras, que tienen que ver con la difusión, el laburo de marketing. Los sellos chicos siempre se quedan cortos por una cuestión de gastos. Igual ahora están todos en la misma, incluyendo a las grandes empresas.
–Para bien o para mal, las gestiones independientes
parecen estar sosteniendo al rock argentino.
–Es cierto. Si no, no habría nada. Particularmente tengo mi visión del sello independiente, y creo que es algo muy limitado. Hay un montón de lugares que no se pueden cubrir, como el interior, o el expandirse hacia el extranjero. Pero también tienen esas cosas sorpresivas, como sacar un disco este año. Esas cosas me alegran. Sacan discos pase lo que pase.Tienen un empuje extra. Igualmente yo soy un artista, un músico, no soy de un sello.
Nota madre
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