En el país donde todo el año es carnaval, las murgas se enfrentaron al desafío de llevar las elecciones presidenciales del 2004 a los tablados. Con el triunfo de Tabaré Vázquez, muchos se preguntaron: ¿qué van a criticar las murgas este año? Una hojeada por los libretos de tres formaciones prometedoras y novatas de Montevideo cuenta que el blanco estuvo puesto, en el caso de Agarrate Catalina, en un mensaje esperanzador, satirizando en casos la caricaturesca figura de José Mujica, ex guerrillero Tupamaro: “Nadie lo hubiera soñado/ nadie lo puede creer/ los tupas se multiplican/ la moda Mujica empieza a crecer/ somos el sueño espantoso/ de los poderosos/ que en marzo se van”.

La agrupación Queso Magro eligió acribillar a los líderes de los partidos tradicionales, blancos y colorados: “Jorge Larrañaga: hay un nuevo Uruguay, acompáñeme, yo sé dónde queda/ ¿El aeropuerto?”. También tuvo su merecido la estirada senadora del Partido Blanco, Julia Pou, con una ingeniosa versión del éxito de Jaime Roos que bautizaron como La mujer de la calle (por su matrimonio con el ex presidente Lacalle). Por último, La Mojigata se plantó en la crítica radicalizada, acentuando las carencias culturales, la pobreza y la corrupción. Otro hallazgo de La Mojigata fue la relectura de El violín de Becho de Alfredo Zitarrosa: “Becho toca las tumbas en la orquesta/ aunque a veces la cumbia detesta/ pero es que más remedio no tiene/ porque UTE y Antel a él le duelen/ porque a Becho le duelen las cuentas/ y por baile cobra gamba y media”.

Esta auténtica expresión barrial sigue arreglándoselas para parecerse a la voz del pueblo. Sin embargo, año a año, muestra su crecimiento, y con eso el espectáculo crítico va cayendo en el triste formato de la gestión empresarial. La murga sigue criticando, pero al altísimo precio de que las promociones comerciales sean protagonistas, y de que el brillo y los colores de los trajes se ensucien con la publicidad del fondo escénico.