Cornershop parecía cargar con el siempre sospechoso trauma del éxito abrasador. Después de que “Brimful of Asha” cayera en manos de Fatboy Slim –Rey Midas y a la vez Maquiavelo de las pistas de baile–, Tjinder Singh y Ben Ayres se abocaron a ciertas tareas que los mantuvieron a resguardo de las luces estroboscópicas. Cuidar a sus gatos, pasar discos, fundar la efímera aventura Clinton (aquello que el crítico inglés Alex Petridis definió como “un proyecto monstruosamente autocompasivo”). Estaba claro: When I was born for the 7th time era mucho más que el disco que incluía el hit de una temporada, pero el vértigo de la cima terminó por darle náuseas al bueno de Tjinder. Artista de principios, hijo de indios y de rasgos poco propensos a ilustrar la tapa de The Face, Singh es el compositor, cantante y multiinstrumentista de ese sabroso malentendido llamado Cornershop, además del ideólogo de sus primeros golpes de efecto (a principios de los ‘90 editaban vinilos color curry y rompían fotos de Morrissey, por considerarlo racista). Tjinder y Ben, entonces, parecieron sufrir los daños colaterales del éxito repentino. Sin embargo, los cinco años de silencio editorial terminan con un disco que echa por tierra las penurias de la reclusión. Handcream for a Generation (algo así como Crema de manos para una generación), además de ser un discazo, es todo un desafío cultural para la Gran Bretaña afiliada al eje del bien. En el momento en que la industria del entretenimiento anglo se vuelca al pensamiento único, es bueno que una banda de ¿rock? de Londres cante en punjabi, se meta con ciertas instituciones del orden neoliberal e insista sobre los derechos de las minorías. Y todo cargado de ingenio y de un tremendo poderío sonoro: grandes melodías, instinto disco, electrónica afrancesada, rock and roll, buenas compañías (el maestro del scratch Rob Swift, la leyenda soul Otis Clay, Noel Gallagher...). En tiempos de guerra, doce canciones atrevidas y esperanzadoras. Perfectas para reemplazar a la CNN. PABLO PLOTKIN