SOBRE LA CULTURA “COPY&PASTE”
› Por Mariano Blejman
La tecnología avanza más rápido que el debate sobre la tecnología. Mientras ensayamos discusiones acaloradas sobre el impacto sociocultural, de los sistemas de intercambio de archivos en internet (o bien podría ser de la cultura del copy&paste), las mismas empresas que crean los instrumentos electrónicos que sirven para escuchar aquellos archivos que se bajan de internet, forman parte de las Cámaras que intentan presionar para que no se expanda el uso del intercambio de archivos. Lo tratan de ilegal, pero crean los instrumentos que sirven para contener aquellos actos de ilegalidad. O sea, por las dudas que la batalla tarde, las empresas japonesas siguen creando mp3 players sin reproches.
Ese enorme esfuerzo por el encierro habla en verdad de otra cosa: el mercado sabe que el camino es hacia la guerra por los reproductores más allá de la forma en la que pueda llegar la información. Sin embargo, la Industria encuentra un problema que todavía no ha podido resolver. Los de la RIAA (homónimos de Capif en Estados Unidos) fueron primero por Naptser, un sitio centralizado y fácil de cerrar: había que exprimir no sólo el intercambio de archivos –que, como se demuestra en la nota central, no afecta a la Industria tanto como dicen–, sino también el intercambio de pensamientos. Luego el sistema evolucionó hacia los ya famosos peer-topeer: redes de archivos que se guardan en las máquinas de los usuarios, y los más avanzados, como el Bittorrent o el BitComet (ver recuadro "Una costumbre...").
La industria viene detrás. Dos lógicas distintas se enfrentan con un mismo soporte virtual: aquella de características privatistas, deseosa de crear una ola de miedo paralizadora (y, la verdad, han avanzado bastante en este camino) inhibidores de conductas que desde cerca resultan más bien socializantes, abiertas y distributivas antes que ilegítimas. Dos formas de concebir lo virtual, una intenta ser convertida en delito cuando el debate debería ser más bien político.
Estas discusiones terminan cuando se conoce la respuesta más profunda a la privatización de la red, que no es otro que el proyecto GNU/Linux. Este sistema operativo propone no sólo formatos de uso libre (open source) sino también otra cultura de desarrollo compartida (el sistema se hace entre todos, a diferencia de los sistemas cerrados creados por las corporaciones). Una propuesta similar implicaría también cambios en la cultura económica y política, algo que no le vendría para nada mal a la industria del espectáculo. Porque muchas veces, como casi todo, el negocio de la música vende muchos productos con un discurso de izquierda pero factura con el manual de la derecha.
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