La lucha libre fue un aporte que México hizo a la cultura popular a principios de los ‘30 y tuvo su auge en los ‘60, con luchadores inolvidables como El Santo o Blue Demon; y Lagos, el creador de los Gladiadores charrúas, no sólo lo sabe sino que se declara fiel admirador. Desde sus comienzos, este show del deporte encontró en la caracterización de los personajes su principal herramienta. Los protagonistas de la lucha libre no son simples luchadores sino seres humanos con una historia representada en el ring. Por eso, los programas han guardado una relación íntima entre el diseño de sus personajes y las variables culturales del país. De esta forma, el pasado azteca de México ha sido una fuerte influencia, cuyas ropas y apariencias tenían rasgos de Quetzalcoatl, la serpiente emplumada; mientras que, en Estados Unidos, se ha caracterizado por grandes despliegues.

En nuestro país, Titanes en el Ring debutó en Canal 9 en 1962 y el gurú argento fue Martín Karadagian, un personaje que provocó una profunda identificación popular. La historia del niño de infancia humilde, lustrador de botas, que a los 16 años fue campeón mundial juvenil de lucha grecorromana, premiado en Inglaterra por la reina Isabel y posterior héroe de multitudes, defensor de la familia, una historia que muchos compraron.

Otros personajes memorables de Titanes... fueron La Momia (¿a quién no le galopaba el corazón cuando sonaba la canción y la bestia aparecía?) y el cheguevaresco Mercenario Joe, representado por un luchador que, tras las bambalinas del ring, se comentaba que había peleado “de verdad” junto al Che Guevara. En fin. Alcanzaron su esplendor en 1972, con 2 mil personas ocupando los estudios de Canal 13, para presenciar lo que la revista Panorama definió como “el mejor programa de la televisión por su frescura, su vitalidad y su invención, que roza –a nivel primitivo pero auténtico– el surrealismo más desaforado”.