No se sabe con certeza, hasta hoy, cuántos son los que sobrevivieron al desastre de hace casi cuatro años. Tampoco los muertos: a la lista de 194 fallecidos se sumaría una veintena de NN que aún están en la morgue judicial y otros tantos indocumentados bolivianos, paraguayos y peruanos, que habrían sido enviados por avión a sus países de origen. Según cifras de la Secretaría de Derechos Humanos porteña, cerca 1900 personas están recibiendo algún tipo de subsidio en calidad de “damnificados”. Los sobrevivientes reciben, y no todos los meses, 600 pesos. La única base fiable, según el abogado José Iglesias, es de 1530 sobrevivientes, relevada por el Cuerpo Médico Forense. “Pero esa base no está completa porque sólo están ahí aquellos que recibieron atención médica los días inmediatos a la tragedia. Aquellos que no recibieron atención, o la recibieron después, no están.”

El 30 de diciembre de 2004 ingresaron a Cromañón más de 3 mil personas. A las manifestaciones del síndrome de estrés postraumático, caracterizado por “temor, desesperanza y horrores intensos” y “reexperimentación preexistente del acontecimiento traumático”, se le suman, para una buena parte de quienes estuvieron esa noche, los padecimientos físicos, secuelas del aplastamiento durante la salida, asfixias y exoneraciones del ácido cianhídrico, monóxido de carbono y acroleína, producto de haber respirado el negro del humo de la combustión de la media sombra de polietileno, la guata y la espuma de poliuretano. Lo dice Iglesias: “Para ser gráficos, son sobrevivientes de la cámara de gas de Auschwitz, con una diferencia: Auschwitz mataba más rápido”.

Lo dice la Rolling Stone de este mes, con la firma de Juan Ortelli: hay dos sobrevivientes “con muerte celular en la tráquea”, hay uno (de tantos otros que aún son anónimos) que el veneno que respiró le “está saliendo por los poros en forma de granos”. Lo dice Mariano Cominguez, médico que fue a ver a Callejeros aquella noche y cayó en paro respiratorio luego de sacar gente al hombro, a esta altura un ex combatiente del rock: “Estamos sobreviviendo a una especie de malvinización”.