Jueves, 7 de mayo de 2009 | Hoy
Los grandes solistas del rock argentino, el famoso olimpo de los solistas, se encuentra en relativa estabilidad. Y es que el recambio –marcado en voz baja y sin espamento por los propios protagonistas– ya se había dado en los ‘90. Con Fito Páez primero (con El amor después del amor) y después Andrés Calamaro (con Alta suciedad) y Gustavo Cerati (con Siempre es hoy), produjeron en su conjunto una obra más impactante e influyente que la sus admirados Charly García y Luis Alberto Spinetta (el primero todavía popular aunque con cada vez menos canciones nuevas; y el segundo con cada vez más canciones nuevas, pero estancado en su masividad). Desde entonces, las cosas se mantuvieron más o menos de esa forma, con una fuerte caída en la imagen de Fito, que por esas cosas de la moda y de la justicia que merecen sus mejores canciones, últimamente empezó recuperarse (los ascendentes Onda Vaga y Estelares, entre otros, reivindican su figura). El solista que se quedó –tal vez– con el capital simbólico de su pasado fue el Indio Solari, quien desde El tesoro de los inocentes (Bingo Fuel) sigue llenando estadios como si Los Redondos no se hubiesen separado. Si bien hubo otras apariciones solistas (Vicentico, Iván Noble), ninguna tuvo el peso de un Salmón, un Cerati o un Solari que, con sus propuestas opuestas, marcan las principales coordenadas del rock masivo en la Argentina. Habrá que ver qué pasa, eso sí, con el esperado disco solista de Jorge Serrano.
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