El porqué
ESTEBAN PINTOS
Nada es casualidad con Los Redondos. Cada aparición pública de los tres dueños de la marca y jefes de una de las empresas independientes más exitosas de la Argentina de los últimos quince años, tiene un porqué. Los rumores existían y seguirán existiendo, pero algo estaba claro, tal como fue anticipado en estas últimas semanas por el No. Eso sí, a cuentagotas (ni Poli, Skay y mucho menos Carlos “El Indio” Solari dialogan con este suplemento): el distanciamiento entre ellos existía, el grupo había dejado de funcionar como tal (un show en Santa Fe, anunciado por la revista partidaria La García, se suspendió alegando “la situación del país”. ¿Antes no había “situación del país”?) y la posibilidad de un nuevo disco, aun en un futuro lejano, era más bien remota. En este contexto, la noticia de un disco solista firmado por Skay no debería sorprender. Tampoco, siguiendo este razonamiento, la decisión de la pareja Castro-Beilinson de anunciar el final de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en una doble página del suplemento Espectáculos del diario Clarín (el domingo 6 de octubre). Quienes han seguido la carrera mediática de una banda que hizo del misterio, la no-transa y las floridas sentencias de Solari una bandera de pertenencia –para ellos y para su multitudinaria legión de fans– lo saben: en cada entrevista, el que hablaba era Solari y Beilinson apenas aparecía con un par de frases. Esta vez, el guitarrista –en compañía de su pareja– se decidió a hablar. Algunos extractos de la entrevista que brindaron: 1) “Sencillamente se había vuelto todo muy previsible. Se acabó la magia, el misterio. El Indio también hacía tiempo que quería parar y el nacimiento de su hijo habrá influido. La verdad es que todos necesitábamos un cambio” (Skay). 2) “Esta situación es nueva. En un futuro nos sentaremos a firmar otro contrato (?), donde se revean todos los valores y podamos recuperar la confianza” (Poli). 3) “Llega un momento en que uno no se sorprende con las ideas del otro. Y eso afecta a la química de una banda de rock” (Skay).
Los Redondos son una institución nacional (es interesante el paralelo que traza alguien “lejano” al fenómeno como Guillermo Barros Schelotto en esta página), perfectamente atemporal y por eso es que pueden volver en esos “dos, tres años” que mencionó Skay en Clarín, al menos editar un nuevo disco, y “tapar la boca” de quienes –como este suplemento– advierten el fin de una era. Lo es: Los Piojos y La Renga, las dos bandas más convocantes del rock argentino de los últimos diez años, se hicieron grandes al calor de la mística redondita y su crecimiento popular parece no detenerse. Ellos asumirán ahora su lugar como cabezas visibles de un fenómeno único en el rock en español: estrategias de mercado independentistas, aparente intransigencia ideológica, guiños populistas (en el caso de Los Redondos, queda claro que eso fue su música después de Bang Bang) y el aura de la “no-transa” que, se supone en esta parte del mundo, el rock debe tener. También es cierto que en este contexto de degradación social galopante, un show de Los Redondos (todo show es político) significaría enfrentar una situación de latente desborde social. Si las entradas siguen costando 25 pesos, o deberían costar más, ¿quién las pagaría? ¿Cuantos irían para entrar sin pagar? ¿Quién asumiría las decisiones de “seguridad”? Todo esto más allá de los evidentes problemas internos que derivaron en este final anunciado. Vuelve a repetirse: todo tiene un porqué.
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