› Por Andrés Calamaro
En la más definitiva de mis vueltas a Baires, lo fui a escuchar al Ateneo. Tocó genial, recuerdo que se sentía responsable de mi “revival” y tenía razón. Me consta que llegamos a un punto muy cálido de la amistad, compartimos muchos buenos ratos, él fue mucho más que correcto cuando se preocupó sanamente por mí y mis estados. No era ninguna preocupación evangélica ni careta, ¡nada que ver!
Si uno escucha blues enseguida se da cuenta de que el único que lo interpretó y que encontró la manera de cantarlo, lo más cerca de Muddy Waters, fue Pappo; hay muy buenos guitarristas en la Argentina y algunos son guitarristas extraordinarios de blues, como Botafogo; pero Pappo era un cantante de blues negro, cantaba desde La Paternal, Illinois. Además tenía un repertorio muy importante de blues y de pesado.
El Carpo venía mucho al estudio; podíamos componer un tema y grabarlo, todo junto, o encontrarnos en casa y pasar las horas tocando. Además, venía a saber si estaba todo bien, para compartir y divertirnos, o cuando yo necesitaba una gamba amiga. Alguna vez, quizás, chocamos con algún criterio, tonterías, como cuando él quería usar un “twin” y yo le pedía que tocara en un ampli más chico, más práctico en el estudio. Nos veíamos seguido cuando la mamá de Pappo se puso mal.
El Carpo se preocupaba por vos, te cuidaba, te llamaba. Era amigo de sus amigos y basta. No es un detalle que muchas muchachas me hablaron siempre muy bien de él. Tengo un recuerdo profundo y muy positivo, como un compañero y amigo de confianza, el recuerdo de un amigo de estar, de acompañar, alguien que no se borraba, que respetaba hasta la distancia. Pappo fue muy querido y lo sigue siendo; es un símbolo del rock nuestro. Además de un gran músico con una personalidad formidable. Pappo fue lo que fue y fue mucho, y además vivió todo lo que quiso y como quiso, siempre fue él.
Me acuerdo de hace muchos años, que tocamos en un “Hard Rock” trucho que estaba cerca de Constitución. Cuando terminamos de zapar le dije algunas palabras amables y respetuosas y me contestó: “Calamaro, lo único que tenés de negro es el agujero del culo”, y habíamos estado tocando blues. Algunos años después, le estaba mostrando unas grabaciones que habíamos hecho con Ciro Fogliatta y me preguntó si la banda que tocaba era la de Albert King. ¡Y era yo tocando todos los instrumentos! (sin dudas, un profundo reconocimiento a mis progresos en el género). Eso fue la reivindicación, el respeto y la amistad.
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