Jueves, 25 de febrero de 2010 | Hoy
Por Rodrigo Manigot
“Soy amante del rock argentino por el lado más lírico y beatle: Spinetta, Charly, Fito, Calamaro, una escuela más refinada de rockeros maricones que cierto rock critica y yo reivindico, y con la que Pappo tuvo sus idas y vueltas. Mi real introducción a su música fue tras su muerte. Tocamos con Palo Pandolfo, que hizo una versión hermosísima de Sucio y desprolijo, una de las mejores canciones del rock argentino. No le había prestado atención como ejecutor ni como compositor, pero cuando escuché Pappo’s Blues me di cuenta de que era un grande. Formó una escuela que se sentía lejos de la veta más surrealista de Spinetta y García, y que quería que el rock and roll recuperara los tres tonos, la crudeza y una poesía en apariencia sencilla, pero directa y con muchas cosas inteligentes. A pesar de canciones imbatibles como Desconfío, creo que su influencia central no es como compositor sino como violero. Después de haber ido a ver a AC/DC, me puse a escuchar Macadam 3... 2... 1... 0 y, aunque confieso que Pappo no me gustaba mucho como cantante, me di cuenta de que algunos temas de Riff eran AC/DC en el año ‘83, pero ¡en la Argentina! Creo que su problema fue que el personaje se comió al artista y terminó siendo como un luchador de Titanes en el Ring con la moto, la campera de cuero y la viola.”
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